viernes, 23 de octubre de 2020

Batallas de la Edad Media: Sagrajas 1086


Tal día como hoy...

 un 23 de octubre del año 1086 tenía lugar, muy cerca de la ciudad de Badajoz, la batalla de Sagrajas, también conocida por la batalla de Zalaca o Zallaca.




Hoy no  entraremos en la típica guerra de cifras sobre cual fue el número de contendientes total (las cifras manejadas hasta hace unas décadas sugerían los 60.000 hombres, hoy muchos historiadores la rebajan a una más modesta y realista de unos 30.000) ni de cuantos en cada bando (aunque se acepta con cierta unanimidad una proporción de 3 a 1 a favor del bando musulmán), ni en descripciones demasiado literarias, para esta ocasión.  Hemos optado por reducir la parte narrativa de la batalla, y poner el acento en el análisis de los pormenores, en los detalles grandes y pequeños, que puedan escapar a una lectura convencional.


Un poco de Historia

Como ya decíamos en una anterior entrada, en el año 1002 en la Península Ibérica, tras la muerte de Almazor, general en jefe de los ejércitos del débil Hixem II, se apodera del trono de Al- Andalus, Solimán, un usurpador cuya ambición personal cubrirá de sangre su reinado, hasta ser finalmente asesinado. Los nobles cordobeses nombran entonces al omeya Hixem III, pero es todavía más calamitoso que el segundo de los Hixem, por lo que pronto, la anarquía, destruirá la unidad árabe en España. Se crearán los llamados Reinos de Taifas. Casi cada ciudad o pueblo de Al-Andalus se proclama independiente, poniendo a su frente a notables locales. Ahora tras esta ruptura, los pequeños ejércitos de las distintas taifas serán incapaces de hacer frente a los enormes ejércitos cristianos de Aragón, León o Navarra.

Tras rendir importantes plazas como Segovia, Ávila, Salamanca, o Coimbra, en el año 1085 tras un largo asedio, Alfonso VI de Castilla conquistará finalmente nada menos que Toledo, la capital de la principal taifa de la península ibérica. Las cosas se estaban poniendo feas para los musulmanes. Es entonces cuando las taifas llaman en su ayuda a los almorávides.


En sus inicios los almorávides surgen como una secta fundamentalista islámica bereber del Sahara Occidental hacia mediados del siglo XI. El término original árabe murabit acuñado posteriormente no parece hacer referencia a una tribu en particular, sino a una especie de sentimiento de fervor religioso y de compromiso a defender su causa. De este modo se conocerán  en nuestra península como almorávides al conjunto de tribus unificadas que atravesaron el estrecho en el 1086, en principio, en auxilio de las Taifas en respuesta a los distintos llamamientos de ayuda enviados por algunos reyes de taifas al parecer ya desde el año 1079.
Con la caída de Toledo y peligrando la taifa de Zaragoza (hacia donde se encamina ahora Alfonso) los cabecillas de las taifas de Sevilla, Badajoz y Granada no con pocas reticencias pero adivinando correr la misma suerte,, se vieron en la necesidad de solicitar la ayuda almorávide a cambio claro esta de un pequeño "tu por mí...", la cesión de Algeciras a las nuevas fuerzas aliadas, para el establecimiento allí de una base de operaciones segura desde donde desembarcar, abastecerse y organizar sus fuerzas.

Conozcamos un poco más de cerca a estos nuevos aliados.

El ejercito almorávide que desembarca en Algeciras ya no es una simple amalgama de tribus afro-bereberes. Están bien cohesionados, entrenados y equipados. Se sirven de distintas banderas para comunicarse y transmitir las diferentes órdenes en plena batalla con bastante eficacia. Utilizan el estruendo de cientos de tambores como elemento atemorizante. La falange clásica como sistema de defensa y protección de la caballería propia. Sus disciplinadas tropas, mayoritariamente de infantería están equipadas con largas lanzas que apoyan en el suelo, mientras se cubren el cuerpo con grandes escudos formando hileras muy compactas que presentan al enemigo una infranqueable barrera erizada de picas, tras la cual una segunda franja de guerreros armados de jabalinas rechazarán cualquier carga de caballería apoyados por una tercera compuesta por arqueros. Como arma cuerpo a cuerpo es de uso común la temible alfange, una pesada espada de un solo filo capaz de causar estragos de un solo tajo.

La caballería propia, principalmente caballería ligera, estaba compuesta por expertos jinetes a lomos de rápidos y briosos caballos árabes y tenía la misión de  esperar, envolver y atacar de flanco y regresar a una orden dada o perseguir y destruir al enemigo en fuga, evitando el enfrentamiento abierto con la caballería pesada cristiana, a la cual solo provocarían a distancia gracias al empleo del arco en masa.

Al contrario de sus oponentes, los ingobernables caballeros cristianos, a lomos de sus pesados caballos, poco amigos de recibir órdenes, donde prima la individualidad y el valor personal que los haga destacar del resto en la batalla, siempre en busca de una sustanciosa recompensa, la caballería almorávide sabía trabajar en equipo y responder disciplinadamente a las órdenes recibidas. Se movían con una rapidez y agilidad en el campo de batalla incapaz de ser igualada por la caballería ligera cristiana, fuerza creada de propio tiempo atrás, para contrarrestar los efectos de la caballería andalusí, que empleaba ya unas tácticas similares conocidas como el tornafuye (gira y huye).

Pero además, la caballería almorávide contará con lo que podríamos llamar una fuerza de especial de choque, desconocida hasta el momento por los cristianos, a los cuales causará una desagradable sorpresa: los camellos de guerra, unos animales por los que los caballos sienten una animadversión ancestral (os recomendamos ver la entrada "Camellos de combate").





Pero vayamos ya con momento de la batalla.


23 de octubre 1086, la batalla de Sagrajas


A primera hora de la mañana, divisado el enemigo, el rey Alfonso al mando de sus tropas, a las que se han unido cierto número de tropas procedentes del Reino de Aragón con el infante Pedro, hijo del rey Sancho Ramirez al frente, ordena una carga frontal que será dirigida por su alférez real, Álvar Fáñez.

Se enfrentan a las fuerzas de las taifas de Sevilla, Badajoz Granada, Almería y Málaga, además de las fuerzas aliadas almorávides de Yúsuf ibn Tasufín quien, en último término estaba al frente de todas las fuerzas de la coalición. Tasufín había dividido estas fuerzas en tres grandes unidades. Al frente, la primera y más nutrida de estas divisiones, estaba comandada por Abbad III al-Mu´tamid, rey de la taifa de Sevilla, e incluía un combinado de fuerzas de las distintas taifas. La segunda bajo el mando directo del propio Tasufín y la tercera quedaban ocultas tras una colina y en reserva.

La carga de Fáñez fue muy contundente, como cabía esperar, y desbarató pronto las filas de la coalición andaluza.  Muchos soldados huyeron, siendo perseguidos por la caballería cristiana. Los andaluces buscaban refugio seguro tras las murallas de la cercana ciudad de Badajoz. Al-Mu´tamid, su líder, gravemente herido, no obstante resistió el embate, rodeado de sus más fieles hombres. Hacia ellos se dirigía ahora el grueso de las fuerzas cristianas. Esta segunda división cristiana, al frente de la cual se encontraba el propio rey Alfonso logro penetrar el débil frente que todavía defendía la posición andaluza.

Tasufín, que hasta el momento había dejado hacer, sin mover ficha, pretendía astutamente que sus aliados se desgastaran por completo en la batalla para tener el campo libre en la península más adelante. Sin embargo vista la delicada situación y más allá deseando prolongarla hasta la extenuación total de los contendientes en liza, decidió enviar cierto número de sus tropas al frente de Sîr ibn Abî Bakr a reforzar las posiciones andaluzas. Estaba atardeciendo.

Tasufín creyó el momento de aprovechar su ventaja numérica y lanzarse con el grueso de sus fuerzas, todavía intactas, en un movimiento envolvente en dirección a su campamento, en retaguardia, que hiciera luchar al ya castigado enemigo en dos frentes. El incesante estruendo de los tambores, los salvajes gritos de guerra de la Guardia Negra de Tasufín, y aquellos extraños animales que tanto atemorizaban a los caballos cristianos, los hacían ingobernables. Pero unido a esto, la desproporcionalidad numérica de un enemigo que a esas alturas de la batalla se presenta fresco al combate, pasaron rápidamente factura a los agotados soldados cristianos. La batalla se convirtió en una auténtica carnicería, un sálvese quien pueda, del que apenas pudieron salvarse unos pocos caballeros, que cerrando filas alrededor de su rey, malherido gravemente, consiguieron escabullirse de la sangría al anochecer.

Partiendo en dirección a Toledo, ocultos por la oscuridad de la noche encontraron finalmente refugio en la ciudad de Coria. Al amanecer, a la hora del recuento apenas unos cientos de caballeros habían conseguido reunirse en torno al rey. También habían conseguido salvarse una buena parte de los elementos de caballería ligera de cuantos salieron en persecución de los soldados enemigos huidos hacia Badajoz, pues a su regreso al campo de batalla, juzgaron más sensato quedarse al margen de la carnicería.

Sagrajas supuso un durísimo varapalo para las fuerzas cristianas que tan diezmadas por la derrota, tardarán mucho tiempo en reponerse. No obstante, la pérdida de territorio fue mínima pues, el anciano Tasufín hubo pronto de regresar a sus dominios. al recibir la noticia de la muerte de su heredero.

La nueva situación política llevó a las distintas taifas a plantar cara ante el rey Alfonso y dejar de pagarle tributos (llamados parias), con ello estrangulaban su principal fuente de ingresos, sin la cual, este será incapaz de rehacer su ejército en años.

Pero los mermados ejércitos de taifas tampoco se encontrarán en mejores condiciones. Reducidos casi a la nada tras la victoria de Sagrajas serán incapaces de defender sus propios territorios cuando llegue el momento. Como calculaba el astuto Tasufín, las taifas hispanas están ahora a su merced.


lunes, 29 de junio de 2020

La leyenda artúrica y los ideales caballerescos


Ninguna leyenda medieval a suscitado más interés, ni gozado de mayor popularidad, que la del rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda. Esta leyenda se basa parcialmente en elementos míticos del comienzo de la Alta Edad Media, recogidos por una iconografía muy posterior.

Las primeras leyendas sobre Arturo y sus caballeros, aparecerán en Bretaña e Inglaterra entre los siglos IX y X, narrando las hazañas de los caballeros de la corte del legendario rey britano Artús, un heroico defensor de la libertad nacional, contra los invasores sajones.



 El personaje de Arturo. Entre la leyenda y la historia


Tratando de fijarse un contexto histórico real donde poder ubicar al personaje de leyenda, los estudiosos del tema aún con muchos interrogantes abiertos, estiman que el famoso Artús pudo llegar a vivir hacia el siglo VI, una época muy alejada de la Edad Media, en la que durante largo tiempo se le encasilló.
No obstante, su leyenda se convirtió en la expresión del más puro espíritu caballeresco medieval.




 El ciclo artúrico

Guerras, hechizos y amores constituyen el material de las distintas narraciones que componen la obra, o "ciclo artúrico", y que comienzan con la llegada a Inglaterra del Santo Grial, el cáliz en el que José de Arimatea recogió la sangre de Cristo y finalizan con el hallazgo del desaparecido Grial, la muerte del rey Arturo y el final de los tiempos de aventuras.



La leyenda se hace literatura

Al parecer fue el clérigo Geoffrey de Monmouth (1100-1155) quien por primera vez plasmó en papel lo que hasta entonces eran simples narraciones de transmisión oral. Este clérigo escribió "Las profecías de Merlín", personaje de leyenda conocido hasta entonces por Myrddin. Su segunda obra, "Historia de los reyes de Bretaña" es una refundición de distintos escritos de anteriores autores. Entre sus páginas alude a la famosa ya entonces leyenda del rey Arturo. Posteriormente, quizá entre 1149 y 1151 escribiría "La vida de Merlín".

Apenas unos años después, poco más allá de 1160Chétrien de Troyes, un juglar al servicio de la condesa de Champagne, inspirado sin duda en La historia de Bretaña de Geoffrey de Monmouth compondrá una serie de poemas sobre el rey Arturo y sus caballeros.
Pero en los relatos de Chétrien destacarán sin duda el desarrollo de dos temas que calarán en posteriores obras de tema artúrico.

El amor cortésLancelot, el mejor de todos los caballeros del rey Arturo, escoge como su dama a la mismísima esposa de este, la bella Ginebra. Esta decisión, llevará  finalmente la tragedia a la Tabla Redonda.

La búsqueda del Santo Grial: Los caballeros se aventuran en busca del Santo Grial, objeto sagrado que solo podía ser hallado por un caballero de corazón puro. 

Al final aquella perfecta hermandad de caballeros se deshizo por por culpa de dos de sus elevados ideales: por amor a Dios se dispersaron en busca del Grial y por amor a una dama, el mejor de los caballeros acabó luchando contra su propio rey.



Posteriormente, en el siglo XIII, y de autor desconocido, aparecerá hacia 1225 la novela francesa Lanzarote, la reunión más completa de leyendas en verso y prosa referidas hasta entonces por los diferentes autores.


Ya en el siglo XV, Sir Thomas Malory tomará como una de sus principales bases de apoyo la novela Lanzarote para escribir en 1469 su novela La muerte de Arturo, aunque no fue publicada hasta 1485.


En nuestros días, el famoso nobel de literatura John Steinbeck, publicará en 1976 Los hechos del rey Arturo una readaptación de la leyenda artúrica basándose en la novela de Malory


El Rey Arturo y sus caballeros serán protagonistas también de numerosas películas y algunos comics, aunque nada de ello quede ya dentro del objetivo de nuestra entrada de hoy.
Con ella hemos querido destacar la omnipresencia de este popular mito a lo largo de toda la Edad Media así como la existencia, sin lugar a dudas, de una clara la influencia de los relatos artúricos en la creación de la figura del perfecto caballero y de las normas de comportamiento ético que se deben esperar de alguien de este rango. (Ver también la entrada: Los caballeros de la Edad Media. - La conducta del caballero)

Toda esta serie de relatos a los que hemos hecho referencia a lo largo de la presente entrada, transmitirán cada uno en su momento, la marcada idea de que, en un mundo oscuro como era la Edad Media, en el que la opresión, la injusticia y la violencia imperan a sus anchas por toda Europa, solo una casta de élite como la formada por los caballeros, podría ser la encargada tanto por Dios como por sus damas, de sembrar el bien y enmendar el mal.



jueves, 23 de abril de 2020

Recortable: San Jorge 2020


Hoy 23 de Abril, se hubiera celebrado en todo Aragón la festividad del día de San Jorge. Pero en pleno confinamiento como estamos esta, como tantas otras celebraciones populares, ha tenido que ser desplazada en el calendario por motivos evidentes.


Desde nuestra asociación cultural Mesaches no hemos querido dejar pasar la fecha sin un breve recuerdo alusivo mediante esta breve entrada en la que os presentamos una nueva lámina coloreable basada en las distintas figuras de personajes de la época que en Mesaches creamos hace diez años para nuestros talleres infantiles desarrollados durante las Justas de San Jorge en aquel año.



En el caso de no poder disponer de impresora, o tóner suficiente en estos días, o simplemente preferís reservarlo para otros menesteres más urgentes, estos recortables, de lineas muy limpias, pueden copiarse directamente al papel desde la pantalla de vuestro ordenador, con la ayuda de un lápiz. Simplemente oscureced primero la habitación, para que la luminosidad que desprende la pantalla de vuestro ordenador sea suficiente para que el dibujo se transparente a través del papel. A continuación, sin hacer apenas presión sobre la pantalla, marcad las lineas generales de las figuras... y a recortar.



La nueva lámina


Para hoy hemos optado por representar la figura de un caballero medieval, como en los casos anteriores sin distintivos iconográficos, (emblemas o también llamadas armas). De esta manera queda la figura en blanco para que la imaginación de cada cual opte por los colores y diseños que mejor os parezcan.

Este caballero va equipado con lanza y espada de doble filo. Su escudo de uña y su yelmo plano, de forma tronco cónica nos hacen datarlo en la primera mitad del siglo XIII, cuando el tamaño de los escudos comienza a reducirse para ganar movilidad en detrimento de la protección. Por su parte el yelmo de la imagen evolucionará durante ese siglo estrechándose a la altura del cuello hasta convertirse en el característico yelmo de tonel
Ambos modelos se sujetaban con cinchas a la cabeza por debajo de la barbilla para una mejor adaptación a los movimientos de esta. Resultaban elementos de gran protección, pero de escasa visibilidad y verdaderamente axfisiantes a los pocos minutos de entrar en combate. El casco del casco de tonel, tratará de mejorar estos aspectos, con mirillas más alargadas y un mayor número de aliviaderos (perforaciones en frente y laterales del yelmo que aumentan el paso de aire) pero por lo general, muchos caballeros se veían obligados a desprenderse de su casco por el agobio que les suponía, conforme la batalla se iba alargando.
Para mejorar sus prestaciones los yelmos de tonel continuaron evolucionando, contando con nuevos frontales, piezas independientes, abatibles que te permitían respirar o ver con mayor amplitud de campo sin necesidad de desprenderte de tu yelmo.


Bajo el casco, el caballero llevaría un gorro de armar  es decir, una especie de cofia de tela acolchada que ayudaría a adsorber en parte, los impactos recibidos en combate, y sobre ella, una cofia de malla que protegería cabeza y cuello.

Bajo la túnica, y oculta por esta, el caballero llevaría puesta una cota de malla hasta la altura de las rodillas. Normalmente las mangas de la cota de malla podrían quedar a la vista si la prenda utilizada fuera un sobreveste, una especie de túnica sin mangas, pero la utilización de la túnica representada en la figura nos sugiere el servicio en Tierra Santa donde era preferible no exponer la cota de malla al sol.
A su cintura luce dos cinturones distintos, el ceñidor, y algo más caído el talabarte, que es de donde se cuelga la espada mediante una pieza intermedia, el tahalí.

Para mediados de aquel siglo, era habitual que las piernas estuvieran protegidas por calzas del mismo material (malla metálica), que cubrirían incluso los pies.  Nuestros protagonistas,  en este caso,  parecen llevan botas de ante y cuentan con la protección adicional de una grebas metálicas.
No llevan las espuelas, propias de su condición de caballeros, lo que indica que van a combatir a pie.


domingo, 19 de abril de 2020

Recortable: arqueros


Sumándonos de nuevo en este blog a la iniciativa desarrollada en nuestra asociación Mesaches a lo largo de todos estos días de confinamiento, hoy presentamos una nueva entrada sobre  nuestros recortables medievales.

El objetivo es aprovechar los raticos que tenemos con l@s niñ@s de la casa y hacer cosas diferentes, nuestra propuesta es colorear y recortar toda una serie de personajes de temática medieval. En concreto se han seleccionado algunas de las figuras de recortables para colorear que vieron la luz con motivo de las IV Justas de San Jorge, para los talleres didácticos que desarrollamos durante las Justas. Para los más curiosos incluimos además algo de información a cerca del personaje o personajes que se representan en cada recortable.
Hoy hemos preparado una lámina compuesta por seis figuras en formato A-4, que representan la imagen de un arquero que hemos tratado que resulte bastante genérico y atemporal.





Como ya se ha explicado en las entradas similares publicadas, en nuestro blog principal asociacionculturalmesachesblogspot.com, en el caso de no poder disponer de impresora, o tóner suficiente en estos días, o simplemente preferís reservarlo para otros menesteres más urgentes, estos recortables, de líneas muy limpias, pueden copiarse directamente al papel desde la pantalla de vuestro ordenador, con la ayuda de un lápiz. Simplemente oscureced primero la habitación, para que la luminosidad que desprende la pantalla de vuestro ordenador sea suficiente para que el dibujo se transparente a través del papel. A continuación, sin hacer apenas presión sobre la pantalla, marcad las líneas generales de las figuras... y a recortar.


Las figuras de hoy representan, con pequeñas variaciones, a los arqueros que complementaban cualquier tipo de ejército medieval europeo a lo largo de este periodo de la historia.
Equipados para el combate a distancia con un arco tradicional, los de nuestra ilustración, carecen de toda protección personal, aunque podrían usar cotas de malla o cascos (como en el caso del nº5), incluso escudo, como se refleja por ejemplo, al menos en una ocasión, en los tapices de Bayeux.
Llegado el cuerpo a cuerpo, tras los movimientos de aproximación previos a la batalla, y arrojada la última flecha, los arqueros pasaban al cuerpo a cuerpo, armados muy escasamente con utensilios domésticos como cuchillos, bien largos y afilados o bien anchos y pesados. Aunque también podrían usarse distintos tipos de machetes y hachas ligeras, como se refleja en las distintas figuras de la lámina.
Cubren su cabeza con distintos tipos de gorros de tela, un gorro llamado frigio, en el caso de los tres primeros y cofias los dos siguientes. Una pequeña prenda, de cuero por lo general, cubre apenas sus hombros para resguardar en parte de la lluvia. Esta pieza denominada genéricamente gorguera, puede incluir una capucha ajustada la cabeza, o más amplia como en el caso de la sexta figura. Algunas de estas prendas podían llegar a bajar hasta la altura del codo, aunque las seleccionadas para ser representadas aquí, son bastante cortas, lo cual permite una mayor movilidad a la hora de usar el arco.
Estas tropas no poseían ningún tipo de adiestramiento militar, más allá de una posible experiencia bélica anterior. Se trataba habitualmente de campesinos armados con arcos y cuando las cosas pintaban mal, toda sus posibilidades de supervivencia estaban en la ligereza de sus pies.
Pero utilizados en grandes cantidades, podían causar gran cantidad de bajas a cualquier enemigo, incluso frenar una peligrosa carga de caballería. Por ello desde la época de Carlomagno se tratará de fomentar el uso del arco entre la clase baja; si bien para caballeros y alta nobleza este elemento no pasa de ser solo un arma de caza impropia de ser usada en combate por alguien de su status social. Pero, aparte de la caza propiamente, el arco comenzará a abrirse paso como deporte entre la alta alcurnia, incluyéndose este tipo de competición como una modalidad más de justas y torneos.  Estas competiciones acabarán contando con la participación de la clase baja que, aunque en una categoría separada, podría acceder a un determinado premio.


Con el paso del tiempo, se abrirá paso en la historia un nuevo tipo de arquero, el soldado especialista o el mercenario, en definitiva el profesional del arco, perfectamente equipado para llevar a cabo su tarea.



Protegido el torso por su chaleco acolchado, brigadina o gámbax, también podían llegar a utilizar una cota de malla corta bajo esta prenda. Su cabeza portaba un casco envolvente, bascinet o bacinete, muy ajustado, que se adapta perfectamente a todos sus movimientos sin entorpecer su visión. Su equipo defensivo se complementaba con protectores metálicos en las extremidades que podían incluir piezas como, quijotes o grebas, así como piezas adicionales para antebrazos o pies.
Su inseparable arco, en este caso se trata del famoso modelo ingles long bow (o arco largo) por lo general de madera de boj, se guardaba con todo cuidado en una funda impermeable con la cuerda desmontada, la cual también se protegía de las inclemencias del tiempo para mayor seguridad.
Su equipo de combate se complementaría con armas defensivas como puñales o dagas e incluso espadas. No era infrecuente que este tipo de tropas especialistas pudieran costearse incluso disponer de su propio caballo para desplazarse, lo cual no lo debe confundir con los arqueros a caballo, a los cuales hemos hecho referencia en pasadas entradas.



lunes, 13 de abril de 2020

Recortable: lanceros

Bienvenidos a este blog.

Se acerca el día de San Jorge, festividad de tradicional raigambre entre los aragoneses ya que es nuestro patrón (además del día del libro).
Para nuestra asociación cultural Mesaches, es además especialmente emotiva porque para esta fecha celebrábamos las Justas de San Jorge en la ciudad de Zaragoza.

En estos momentos en los que continuamos en cuarentena, vamos a sumarnos también en este blog a la iniciativa desarrollada en nuestra asociación a lo largo de todos estos días de confinamiento.
El objetivo es aprovechar los raticos que tenemos con l@s niñ@s de la casa y hacer cosas diferentes, nuestra propuesta es colorear y recortar personajes de temática medieval.

En concreto se han seleccionado algunas de las figuras de recortables para colorear que vieron la luz con motivo de las IV Justas de San Jorge para los talleres didácticos desarrollados en las Justas.
Para los más curiosos incluiremos algo de información a cerca del personaje o personajes que se representen en cada recortable.
Hoy hemos preparado una lámina compuesta por seis figuras en formato A-4, que representan la imagen de un lancero que hemos tratado que resulte bastante genérico y atemporal.
Al haber sido eliminado cualquier tipo de emblema o distintivo en ellos, cada figura puede colorearse a vuestro gusto.


Como ya se ha explicado en las entradas similares publicadas, en nuestro blog principal asociacionculturalmesachesblogspot.com, con motivo del confinamiento, en el caso de no poder disponer de impresora, o tóner suficiente en estos días, o simplemente preferís reservarlo para otros menesteres más urgentes, estos recortables, de líneas muy limpias, pueden copiarse directamente al papel desde la pantalla de vuestro ordenador con la ayuda de un lápiz. Simplemente oscureced primero la habitación, para que la luminosidad que desprende la pantalla de vuestro ordenador sea suficiente para que el dibujo se transparente a través del papel. A continuación, sin hacer apenas presión sobre la pantalla, marcad las líneas generales de las figuras... y a recortar.






Este personaje está muy ligeramente equipado y trata de describir al combatiente ocasional, mayoritariamente campesino que habiendo sido armado para luchar por fuerza mayor, carece de poca o ninguna instrucción que no sea la de una experiencia anterior.

Para su defensa, dispone de un escudo circular de madera reforzado en metal en sus bordes y en el centro con el característico umbo (ombligo),  de un tamaño algo más pequeño que los tradicionales escudos vikingos.
Cubre su cabeza con un casco cónico con un reborde que incluye una pequeña protección nasal.
Bajo su casaca, con  vistosos remates en los bajos, asoma lo que podría ser un chaleco de cota de malla.
Como arma de combate utiliza la lanza, mientras que en el cuerpo a cuerpo para su defensa, este tipo de tropas utilizaría cuanto de cotidiano tuviera a mano en su hogar desde cuchillos y machetes, hasta pequeñas hachas de mano. En el caso de nuestra figura asoma lo que pude entenderse por un cuchillo largo. 

martes, 24 de marzo de 2020

Caballería bizantina


En una entrada anterior, hablábamos de los caballeros de la Edad Media, término que describiría a una casta de guerreros a caballo con estatus de nobleza, regida por un código de conducta a veces algo difuso en ciertas cuestiones, pero ampliamente aceptado en toda la Europa feudal.

Hoy continuamos hablando de guerreros a caballo, aunque en esta ocasión, al hablar de nuestros protagonistas de la entrada, nos referiremos a ellos como soldados a caballo, centrándonos además en un área bien distinta a la Europa feudal. El Imperio Bizantino.

Un poco de historia

Para empezar el término Imperio Bizantino, es en realidad algo relativamente moderno y no se hace referencia a él como tal hasta el año 1557. Durante sus mil años de existencia sus propios habitantes lo denominaron simplemente como el imperio romano

Fue el emperador romano Constantino I  (proclamado emperador en el año 306 de nuestra era) quien trasladará la capital del Imperio romano a la antigua ciudad de Bizancio a la que rebautizará como Nueva Roma. Poco después, a la muerte del emperador Teodosio I en el 395, el Imperio se divide en dos mitades. La occidental, todavía durará en pie casi cien años más (exactamente hasta el año 476), mientras que, por su parte, la oriental continuará funcionando de forma independiente nueve siglos más.
Será con el emperador Heraclio I, ya en el siglo VII, cuando se producirán cambios significativos de cara a una helenización del imperio, que hagan pensar a los historiadores en un nuevo estilo que rompe en parte con lo romano. El nuevo idioma oficial pasará de ser el latín, al griego. El título romano de augusto se sustituirá por el griego de basileus (rey o emperador) y en lo concerniente al ejercito, pasará a ser objeto de profundas reformas que lo alejará definitivamente del modelo de las últimas legiones romanas. 



Durante la Edad Media, el ejército bizantino constituyó la fuerza militar más poderosa de toda la zona mediterránea, siendo sin duda, el ejército mejor pagado, adiestrado y equipado del mundo de la época.


De todo ello se tiene una amplia y bien documentada información gracias a que, desde muy temprano y a lo largo de aquel extenso periodo, se redactaron diferentes manuales militares a los que enseguida haremos referencia. Quizá de todos ellos, sea el más famoso el Strategikon, redactado por el analista militar bizantino Catacolon Cecaumenus hacia el año 1070.



Con ellos se pretendía instruir a los oficiales sobre las diferentes estrategias para el combate, muchas de las cuales se dedicaban a la caballería, haciendo alusión, no solo, a la forma de combatir, sino también al cuidado, protección y entrenamiento de los caballos. -Los bizantinos criaron sus propios caballos de guerra en granjas de sementales especializadas, situadas en las zonas más fértiles y seguras del Imperio, domándolos ellos mismos, para acostumbrarlos al estilo de guerra practicado según los diferentes tipos de caballería para el que sería destinado cada animal.- En los manuales encontramos también, entre las diferentes tácticas descritas en ellos, la emboscada, las tácticas de diversión, los ataques fingidos, el corte de suministros...


Aunque su estructuración y equipamiento variaba en función del cometido de las distintas unidades y etapas, intentaremos dar una visión general de la organización y aspecto de estas tropas.
  


Clasificación

El cronista bizantino Procopio de Cesarea nos cuenta que, ya en su época (el siglo VI), existían tres tipos de caballería: con armamento y armadura pesados, con armadura más ligera, (tropas de escaramuza) y arqueros a caballo.
Otros documentos posteriores, como el tratado Sylloge Tacticorum de León VI el sabio, (emperador de Bizancio entre los años 886 y 912) o los Praekepta de Nicóforo II Focas (963-969) también utilizan la misma clasificación para hablar de las fuerzas de caballería bizantinas...


- Caballería ligera

El grueso de estas unidades estaba compuesto por jinetes arqueros especialistas. Su equipo era muy ligero, pues se primaba la velocidad de estas unidades frente a su protección. Por ello carecían de armadura alguna, a lo más un chaquetón de cuero o prenda similar, sobre el que llevaban una capa. Era habitual dotarles de un capuchón de fieltro duro y un escudo circular de madera o cuero, del cual se conocen dos versiones uno pequeño de unos 30 cms de diámetro, y otro mayor de unos 63.
Su armamento, además del arco ya mencionado, consistía en lanza, jabalina (una o dos como mucho) y una espada para el combate cuerpo a cuerpo.
También, en esta categoría, había jinetes mercenarios, sobre todo hunos de las estepas del este de Europa.


- Caballería media o semipesada

Los koursatores

Equipados con yelmo metálico, escudo circular (o con posterioridad al siglo X, de cometa o almendrados,) y cota de malla...  y armados con jabalinas, maza y espada, su objetivo era acosar y perseguir al enemigo.


Detalle de dos de nuestras figuras recortables-coloreables relativas al tema de hoy

Aunque quizá los arqueros montados fueran los que más impresión causaban, tanto a aliados como a enemigos. Eran soldados especialmente hábiles en su cometido, capaces de disparar con gran precisión sus arcos desde ambos costados del animal, mientras este se lanzaba al galope. Incluso podían disparar hacia atrás durante una retirada y sus flechas tenían mayor capacidad de penetración que las persas o las utilizadas por los propios hunos. También estaban mejor acorazados que ellos, con armadura en el torso, grebas y un escudo sobre el hombro que les protegía cuello y cara mientras disparaban. Además, en caso de llegar al cuerpo a cuerpo, podían luchar a espada como caballería ligera. 

Armadura de torso compuesta de láminas de escamas


- Caballería pesada

Por otra parte, la caballería pesada bizantina, resultaba también un elemento impresionante en batalla. 
Protegidos con su larga cota de malla (o lorikia ) hasta el tobillo, su equipo incluía una capucha con borjal para proteger el cuello. Además, la cabeza se protegía con un casco emplumado (o bien adornado con un penacho de crin de caballo al estilo iraní o turco). Sobre la cota de malla era habitual portar una klibania, armadura de tipo laminar de placas metálicas o de hasta, con forma rectangular o bien de escama, que cubriese no solo el torso, sino también hombros y brazos así, la longitud de estas armaduras podía llegar a cubrir a un jinete hasta por debajo de las rodillas. Otras armaduras laminares "partidas" podían simplemente proteger solo el torso y los hombros y complementarse con un faldellín del mismo material. Se perdía algo de seguridad en el cuerpo a cuerpo, pero se ganaba en flexibilidad de movimientos, algo muy necesario a la hora de manejar un arco si estas montando un caballo al galope.
Sobre ambas armaduras podía incorporarse una tercera de tela acolchada, el kabadion  (algo equivalente al gambax o gambesón europeo) que cubriera el cuerpo hasta las rodillas y los brazos hasta por encima de los codos.
El equipo de protección, se complementaba con un pequeño escudo circular llamado thureos, acolchado por detrás, cuyo ombligo (umbo = grueso refuerzo central metálico) podía acabar en una afilada punta.
En el caso de la caballería pesada, incluso sus caballos iban blindados con armaduras de placas que solo dejaban al descubierto los ojos y el morro del animal, así como sus extremidades inferiores.
Armados con una lanza larga (llamada kontos o kontarion) y una espada recta (spation) derivada directamente de la espada larga usada por la caballería romana (la sphata) copiada esta de las espadas usadas por los antiguos pueblos celtas. Dos de cada cinco jinetes, iban equipados además con arco y carcaj.
Todo este peso hacía que una carga de caballería pesada soliera resolverse casi siempre al trote, a no ser que fuese una corta distancia, la que les separase del enemigo.


Organización



Todas estas tropas a caballo se agrupaban en unidades de distinto tamaño, siendo la unidad básica, tanto de infantería como de caballería, el bandom o tagma (también denominado arithmos) que que constaba de tres secciones. Cada sección  o hekatontarkia, a la ordenes de un oficial (hecatontarkos).El bandom estaba compuesto por trescientos jinetes mandados por un komes (conde), mientras  que el oficial de mayor veteranía entre los hekatontartos era nombrado su segundo al mando. Hacia comienzos del siglo X los hekatontarchion darán paso a unidades menores, más fácilmente manejables. Estas se componían ahora de 50 jinetes divididos a su vez en unidades más pequeñas (o dekarchiae) formadas por diez hombres. Cinco dekarchiae formaban una allaghia y seis (trescientos hombres) de estas, componían el bandom como en siglos anteriores.
Con la agrupación de dos o más (hasta cinco) de estas unidades se formaban moirai. Y tres de estas moirai componían una turma.



Con la muerte del emperador Basilio II Bulgaroktono (literalmente el matabúlgaros) en diciembre de 1025 comienza  un periodo de declive del Imperio. La perdida paulatina de prácticamente todos sus territorios en Asia Menor a lo largo del siglo XI y la posterior desmembración del poder político provocado por el asedio y saqueo de Constantinopla en el año 1204 por los cruzados, harían disminuir drásticamente el número de soldados reclutados por el imperio en sus cada vez más menguados territorios, teniendo recurrirse cada vez con más frecuencia a la contratación de mercenarios generalmente de pocos escrúpulos y por supuesto, con un total desapego hacia el imperio. Su única lealtad como es lógico es hacia el dinero, y mientras lo hubiera... pero menos territorios suponían menos ingresos en las arcas, y  este tipo de tropas supondrían, a la larga, un nuevo y alarmante peligro para el imperio.




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- La cota de malla
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lunes, 2 de marzo de 2020

Los caballeros de la Edad Media



Durante la Alta Edad Media, Europa era una zona relativamente atrasada, dominada por pueblos de origen germánico como los suevos, vándalos y godos o de raza eslava, como los alanos, a los que ya hemos dedicado una anterior entrada, y su sistema militar estaba basado como ya dijimos en lo que podría denominarse la "banda guerrera tribal".

Con la creación del denominado nuevo Imperio Romano Occidental, Carlomagno, coronado emperador por el Papa León III en Roma el 25 de Diciembre del año 800, se instaura un nuevo tipo de status bélico.

Coronación de Carlomagno (miniatura francesa de época posterior).

Si en el pasado se había impuesto la idea de que todo hombre libre era un guerrero, con Carlomagno se establece un sistema regularizador de reclutamiento por el cual solo una parte de la población campesina sería requerida para el combate en caso de guerra. Los demás continuarían en sus tareas cotidianas como campesinos o artesanos, aunque con el compromiso de contribuir a sufragar los gastos del equipo militar de aquel seleccionado para ir al combate. Esto, a la larga, acabó por dividir a los hombres en dos tipos: los que peleaban y los que trabajaban... y pagaban.

Pronto se vio que resultaba mucho más efectivo un número reducido de guerreros bien equipados e instruidos, que una multitud de campesinos mal armados y desprotegidos.

Y de entre los guerreros, aquellos capaces de combatir a caballo era sin duda la élite de los ejércitos de la época.

Pero los caballos eran muy caros, especialmente los de gran alzada, capaces de llevar encima un guerrero completamente equipado (recordemos de entradas anteriores que solo la cota de malla podría acercarse o sobrepasar los treinta kilos de peso, a los que abría que añadir el peso del casco, la espada y el escudo.

Adiestrar uno de estos animales para la batalla era un proceso largo y costoso. Caballo y jinete tenían que convertirse en uno solo a la hora de entrar en combate. Esquivar, girar, retroceder... Protegerse con el escudo y asestar golpes con la espada, dejaba poco margen de control sobre un animal acosado y maltratado en medio de una batalla campal. Por eso, quien lograba destacar en aquellas caóticas condiciones, merecía una distinción especial. Además estos sobresalientes guerreros requerían de otras necesidades particulares, un segundo caballo más ligero o de marcha para no agotar al caballo de batalla, e incluso un tercero de carga. Y claro está, algún mozo o sirviente que le ayude tanto con el cuidado de los animales, como con el pesado equipo de combate.



Bien hubieran nacido de cuna privilegiada, o bien hubieran sido seleccionados para ello por sus cualidades excepcionales, los guerreros a caballo o caballeros, comenzaban a formar una especie de clase aparte, cada vez más definida.


Por debajo de condes o duques, pero por encima del campesinado, pronto obtendrán de sus señores tierras con las que mantener su status y títulos que se convertirán con el tiempo, en hereditarios.





Con el lento paso de los años, aquellos guerreros a caballo de los primeros tiempos han ido evolucionando y  hacia finales del siglo XII el concepto que hoy tenemos de caballero medieval alcanza su desarrollo completo. Su sencillo código de lealtad hacia sus señores, el orgullo de su rango y el valor demostrado en el campo de batalla, se ve ampliado y refinado por la influencia de las damas y la iglesia.


Los caballeros entran a formar parte de una casta especial muy elitista, cuyos miembros se reunían en torneos y justas y se distinguían unos a otros por sus cotas de armas. Todos ellos creían saber como debería comportarse un caballero, y esas nociones se refrescaban cada vez que oían de la boca de juglares y trovadores alguno de los muchos poemas sobre los grandes caballeros del pasado. "Los caballeros del rey Arturo", "La canción de Roldán", "El poema del Mio Cid"... Pero en realidad ninguno era capaz de definir exactamente un determinado código de conducta por el que regirse, aunque sí unos conceptos básicos generales en los que todos coincidían. 


El código de conducta


Un caballero además de ser valeroso y leal, debía de tratar de combatir siempre como un cristiano*, apoyar a la iglesia, ser cortés y respetuoso con las damas, proteger a los débiles, oponerse a la injusticia y la opresión, difundir la piedad y la generosidad y luchar siempre por defender el bien y aplastar el mal.


El nuevo concepto del "caballero cortés" se afianza lenta (y desigualmente), en toda Europa:

"Un caballero cortés deberá tener siempre buen aspecto, estar limpio y bien peinado y vestir ropas ricas y hermosas, hablar bien y ser tranquilo y modesto, pero a la vez divertido y alegre. Jamás mostrarse ofensivo, tratar a las damas con especial respeto, saber mantener una conversación amena, y tener buenos modales en la mesa."
El primer tratado de caballería, el "Libro de la Orden de Caballería" fue escrito por Ramón Lull (1235 - 1315) y tuvo una gran difusión siendo traducido a numerosos idiomas. En adelante se escribirían muchos otros más libros sobre el tema, siendo quizás el más conocido de ellos "El Libro de la Caballería" de Geoffry de Charny (1300 aprox. - 1356), hombre considerado por sus coetáneos como uno de los mejores caballeros del momento.


* La ballesta y el arco eran para un caballero, armas prohibidas en la batalla, relegándose su uso a meros utensilios de caza o deporte.
Quedaba también prohibido derramar sangre en suelo sagrado, el uso de armas durante los domingos y las festividades religiosas y sus vísperas, ampliándose posteriormente este periodo desde el miércoles por la noche, hasta el lunes por la mañana. También  se incluyen las fechas de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, (ver Paz de Dios y Tregua de Dios), bajo pena de anatema, un grado mas que la excomunión, por el que el individuo es desterrado y maldecido, el anatema además incluye la negación de sepultura cristiana 


Caballeros tras la batalla: la conducta para con los vencidos


Siempre hubo clases y en la dura y cruel Edad Media no iba a ser diferente. La suerte corrida por los vencidos, según fuera su extracto social, era bien distinta. Sin piedad para los plebeyos tras la batalla, la cosa cambiaba completamente en el caso de nobles y caballeros, a quienes se trataba en su cautiverio, siempre con las cortesías correspondientes a su rango. Desde una "libertad vigilada" en las propiedades del vencedor, en el caso de los nobles, hasta la prisión en mazmorras, reservada para los simples caballeros.
Para el adversario, en realidad los caballeros capturados eran dignos de respeto, pues en el campo de batalla no habían hecho otra cosa más que cumplir con su deber hacia su señor. Esto excluía todo acto gratuito de aniquilación, (aunque hubo eso sí, sus contadas y sanguinarias excepciones a lo largo de la Edad Media) pero una gran razón, verdaderamente de peso para indultarlos, era la posibilidad de pedir un buen rescate por ellos. 


Imagen: V Justas de San Jorge, Zaragoza
Así pues, ya en la batalla, se tendía a conservar lo que podía ser una fuente de ingresos, con lo que las probabilidades de supervivencia de un caballero, una vez derribado de su montura por lo general, eran bastantes. 
El vencedor en la lucha, no era el "propietario" del caballero capturado, sino que debía entregarlo a su señor. Del rescate obtenido por los caballeros, así como del botín de la batalla, se hacían tres partes, una para el rey, otra para los jefes militares y la tercera para la tropa.


Derrota  de Poitiers, 1356, miniatura de las Grandes crónicas de Francia


El importe exigido por el rescate, no siempre iba unido a la calidad del prisionero, sino que bien podía ser el reflejo de la buena voluntad del vencedor. Para el caso de los simples caballeros, no era costumbre pedir grandes cantidades de dinero, a fin de no arruinarlos para siempre. A veces simplemente se limitaban a confiscar su equipo.

Visto lo visto hasta ahora, podrían sacarse conclusiones erróneas sobre lo que supondría ser la figura del caballero de la época. 
Los posteriores movimientos romanticistas de tiempos más cercanos, contribuyeron a dotar al caballero medieval de un halo heroico  y casi místico bastante alejado de la realidad.
Pero no hay que olvidar nunca que nobles y caballeros fueron responsables de grandes injusticias y crueldades, por acción directa, inacción, o consentimiento, sin importar credo, edad o sexo de las víctimas, haciendo de la Edad Media uno de los momentos más oscuros de la historia de la Humanidad.




















R-115