viernes, 21 de marzo de 2014

Vida cotidiana en el medievo

En la Edad Media tan solo un diez por ciento de las gentes vivía en los villas o ciudades. Mientras que el noventa por ciento restante vivía en el campo. Generalmente eran labriegos que cultivaban las tierras de un señor feudal. Con suerte, poseían una pequeña parcela de terreno, una casa tosca y algunos animales... Todo su mundo alcanzaba poco más allá quizá, de unos cinco kilómetros cuadrados, y su vida se regía por las estaciones del año y su climatología. 


En la presente entrada vamos a dedicar algo de tiempo a tratar de acercarnos a conocer como era el quehacer cotidiano, estación tras estación, de aquella gente a la que le tocó vivir aquella oscura época.

Hoy, recién estrenada la primavera, nos ha parecido interesante comenzar con este fragmento de "Las faenas del labriego" dedicado a esta estación del año.


“Las faenas de  primavera, comenzaban en cuanto las lluvias habían ablandado la tierra lo bastante para empezar a ararla. Los labriegos sembraban sus parcelas, y las de su señor con avena, guisantes, alubias, cebada.... Además, en su huerto particular, cada familia plantaba puerros, remolachas, coles... 
En abril, cuando las vacas volvían a dar leche, la esposa estaba muy atareada haciendo mantequilla y quesos, y recogiendo los huevos que había que entregar al señor por Pascua.

Imagen de un breviario flamenco correspondiente al mes de Abril


Por Semana Santa, ya había terminado la siembra y entonces la vida trascurría relativamente tranquila durante unas semanas. Se acudía a la iglesia para asistir a las impresionantes ceremonias de Pascua.
Poco después, se celebraba otra festividad de origen pagano, el “Día de mayo” con animados bailes y cantos. Con Mayo venían muchos otros quehaceres. Los labriegos reparaban entonces su casa y el granero, componían las vallas, los setos y los desagües. Para proteger a su rebaños de una nueva generación de alimañas, se adentraban en los bosques por grupos, para buscar y capturar lobeznos con veneno, trampas, perros...”

El verano

“En todas partes las labores del campo aumentaban a medida que llegaba el calor. A principios de junio los leñadores de Francia o Alemania debían de cuidar sus viñedos. Los pastores ingleses, flamencos, lavaban los corderos y los esquilaban. Era el momento también de limpiar las malas hierbas. 


Imagen de un breviario flamenco correspondiente al mes de Junio 



El día de San Juan  marcaba el principio de los meses más fatigosos. En ciertas regiones, los muchachos recogían huesos y otros desperdicios y los quemaban y... correteaban por los campos con los tizones encendidos para ahuyentar a los dragones. Al día siguiente, comenzaba la cosecha del heno, el grano era llevado al molino. Las mujeres y los niños trabajaban junto a los hombres y guardaban la parte del amo antes que la propia. Si el heno quedaba recogido antes del primero de agosto no por ello les sobraba tiempo, pues las dos grandes cosechas de trigo y de centeno estaban ya en sazón para la siega. Los campesinos trabajaban todo el mes de agosto luchando contra la agotadora fatiga y el calor y hasta finales de septiembre no podían reunirse para la esperada gran cena familiar que celebraba la cosecha”.


Julio

Un sistema agrícola que se fue extendiendo en la Europa de la época consistía en dividir las tierras de cultivo en tres partes. En una de ellas se sembraba en otoño trigo o centeno, cebada o avena; al llegar la primavera siguiente, se sembraban legumbres en otra, guisantes, garbanzos, lentejas y judías. la tercera se dejaba en reposo. Al año siguiente, la primera parcela se sembraba en primavera, la tercera en otoño, y la segunda quedaba en reposo. Por este procedimiento las legumbres fijaban el nitrógeno en el terreno.

El otoño

El otoño era la estación destinada a almacenar provisiones y víveres para el invierno. El campesino guardaba las hortalizas de su pequeña huerta y usando de su derecho hacía acopio de leña en los bosques del castillo y recogía bellotas y fabucos para alimentar a sus cerdos.

Se batía el trigo con mayales de madera y se echaba al aire para aventar el grano y separarlo de la paja.





Después de comer, los hombres se reunían a “sentarse y a beber en el vestíbulo del castillo”.


Las inclemencias del tiempo mermaban la actividad de los hombres pero no de las mujeres. Estas cocinaban, tejían lienzos, confeccionaban trajes, y algunas iban a servir al señor y a los funcionarios del castillo.

El mes de la matacía era octubre en algunos países, noviembre en otros, y probablemente se sacrificaba un cerdo, que constituiría el plato principal del banquete y con la sangre se hacía un budín. En octubre además se pisaban las uvas y fermentaba el vino y se guardaba en bocoyes.

El invierno

Las inclemencias del tiempo mermaban la actividad de los hombres pero no de las mujeres. Estas cocinaban, tejían lienzos, confeccionaban trajes, y algunas iban a servir al señor y a los funcionarios del castillo. 



En noviembre los labriegos flamencos separaban la fibra de lino, con pesadas agramaderas y se hilaba para convertirla en lienzo.




Como el forraje siempre escaseaba, los labriegos llevaban al mercado todo el ganado que no podían mantener durante el invierno. El precio de una vaca representaba una importante suma. Un animal conservado en sal y racionado prudentemente en guisados podía mantener a una familia durante todo el invierno.



"Los doce días de Navidad con sus festividades, sus Oficios Divinos y sus festejos populares, colmaban el largo descanso labriego. Siguiendo la tradición el señor del castillo servía la gran comida navideña y todos los labriegos estaban invitados". 



Durante el mes de enero poca cosa podía hacerse fuera de la casa, pero al llegar febrero los labriegos abonaban los campos y preparaban sus arados para las labores de la cercana primavera”.























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martes, 11 de marzo de 2014

Elaboración de una cota de malla


La armadura de cota de malla, (del francés, cotte de mailles) o lórica hamata de las antiguas legiones romanas, consistía en una serie de anillos entrelazados que formaban una apretada red. El conjunto resultante era una protección resistente y flexible que se adaptaba perfectamente al cuerpo, permitiendo la máxima movilidad con un peso relativamente moderado.

Aunque de ella y su evolución durante la edad media, así como de otros tipos de armadura (laminar, de escamas) comunes en la época, hablaremos en unas próximas entregas, hemos querido dedicar esta de hoy exclusivamente al proceso de su elaboración, con el que estamos muy familiarizados aquí en nuestra asociación cultural, Mesaches.

Aquí subimos algunas imágenes del proceso de trabajo (lamentamos no haber realizado todo un seguimiento gráfico completo de su elaboración pero esperamos os sirva de referencia).




Creando la bobina helicoidalde la que saldrán las anillas. Al fondo una armadura de escamas


Comenzamos el proceso con la transformación de una bobina de alambre en una especie de muelle helicoidal enrrollando dicho alambre sobre un eje  con forma de manivela y de unos 8 mms de diámetro. (Foto superior)
Una vez que tenemos el eje completamente cubierto de alambre lo cortamos de la bobina y conectamos el resto de la bobina   de nuevo al eje para crear un segundo muelle. Mientras el primero se va cortando con ayuda de una tenaza muy afilada en pequeños aros exactamente idénticos.Ya tenemos nuestras primeras anillas, y ademas abierta listas para comenzar a trabajar con ellas. Cuando ya tengamos un buen montón de ellas procedemos a ir uniendo las cuatro primeras alrededor de una quinta central. Y repetiremos el proceso varias veces hasta obtener varias de estas especie de  flores de metal de cuatro pétalos. A continuación las alineamos tal como os mostramos en un grafismo que ilustra el inicio de nuestra pieza de cota de malla.




Como veis, cada anilla se unía a otras cuatro (a veces cinco) colocadas alrededor suyo remachándose a veces, la unión. El diámetro de estas anillas oscilaba entre los ocho y diez milímetros. 
Alineadas estas flores de alambre se trata ahora de unirlas entre si mediante una anilla que unirá una flor con otra, por el centro, de forma que estas anillas de conexión quedarán unidas en total a cuatro anillas dos por la derecha y dos por la izquierda.
Así creamos una especie de cinta metálica de cierta longitud (la que queramos para empezar, ya la agrandaremos cuando queramos) A esta pequeña cinta inicial, vamos añadir una nueva fila de anillas hacia abajo, Cada nueva anilla debe unirse a dos de la fila superior tal como indica el grafismo.



Detalle de la unión de las anillas

Con paciencia, anilla tras anilla, vamos transformando nuestra pequeña cinta en una banda cada vez más ancha y más larga hasta conformar una especie de tejido metálico pesado, pero muy flexible

Y así, anilla tras anilla...


Aquí tenemos nuestra primera armadura de cota de malla ya casi terminada (Muel, 2005)



El peso de la cota que veis en la imagen era ahí de unos 22 ó 23 kilos, esto, que en principio parece mucho, especialmente cuando la tienes en las manos justo antes de ponértela, (momento engorroso por cierto) una vez te la pones sorprende el que no te parece tanto, pues su peso se distribuye a lo largo del cuerpo y un primer cinturón ayuda a compensar su peso. Es a lo largo de las horas de llevarla cuando lo empiezas a notar realmente, que el cuerpo comienza ya a acusar la sobrecarga, en los hombros particularmente. 
Pero en años sucesivos todavía le añadimos algunos kilitos más, prolongándola hasta por debajo de las rodillas, y las mangas, hasta los codos. A este peso habría que añadir la capucha o cofia también de malla, pieza que podía ir por separado o bien ser toda una con el resto de la armadura.

El conjunto final resultante, de unos 27-28 kilos, es pese a lo que se pueda pensar, bastante llevadero (damos fe) pues se distribuye en cabeza, hombros y brazos. Además como ya hemos dicho este primer cinturón que hace las veces de ceñidor, ayuda a retener parte del peso de la cota. Un segundo cinturón más grueso o tahalí, absorberá el peso de las armas (entre un kilo y dos).
En la época, debemos pensar en que desde que un niño se convertía en paje de un caballero, la armadura de su señor se convertía en parte de su responsabilidad. Cargar con ella, mantenerla limpia de óxido, ayudar a colocarla, etc formaba parte de su día a día, de forma que con el paso de los años, manejar su peso se hacía algo rutinario. Al alcanzar la edad de ser nombrado él mismo caballero, vestir la cota de malla, montar a caballo con ella, pelear con ella, le resultaba ya algo completamente natural.


Para mayor información acerca de la historia y evolución de este tipo de armadura probablemente os interese buscar nuestra entrada publicada en junio del 2016: "La cota de malla a lo largo de la Historia",

Quizás os interese también consultar este enlace relativo al origen y la elaboración de la cota de escamas:
//www.blogger.com/blogger.g?blogID=5447866300272323333#editor/target=post;postID=1035737162692521903;onPublishedMenu=allposts;onClosedMenu=allposts;postNum=0;src=postname