lunes, 2 de agosto de 2021

Guerreros medievales: Los almogávares. Orígenes


LOS ALMOGÁVARES. Sus orígenes



No solo de caballeros habla este blog, hoy hablaremos de los guerreros almogávares. 

En una turbulenta época de permanentes confrontaciones fronterizas entre los reducidos reinos cristianos del noreste de nuestra península ibérica y las distintas taifas musulmanas de más al sur, siempre en lucha por hacerse con nuevos territorios, en la llamada tierra de nadie,  surgen los primeros guerreros almogávares.

Hoy conoceremos quienes eran, cuales fueron sus orígenes, que aspecto tenían y como combatían.



Pero, vayamos por partes


Un poco de historia

En lo que se refiere a lo que hoy conocemos como Aragón, la conquista musulmana de la península ibérica quedara frenada en las tierras altas de este lado de los pirineos allá por el siglo VIII dando lugar a una serie de territorios independientes que serán los focos desde donde partirá, tiempo después, la reconquista del valle del Ebro.


Este era y es un territorio agreste, donde la ganadería, más que la agricultura, tenía por entonces una particular importancia económica. El pastoreo de temporada precisaba de los pastos de invierno de los valles más al sur para su supervivencia, valles que ahora habían quedado bajo dominio musulmán. Toda una forma de vida, que dadas las circunstancias, parecía estaba abocada a desaparecer, dejando en la miseria a montones de hogares.
Pronto los pastores de la zona, se vieron en la necesidad de cambiar drásticamente de vida. Y qué otra forma de hacerlo, que volverse en contra de aquellos que les impedían continuar llevando su tradicional modo de vida. 
Sin nada que perder, organizados en pequeños grupos inconexos, de cuatro o cinco hombres apenas, comenzaron a dedicarse a realizar breves y rápidas incursiones en territorio enemigo en busca de algún pequeño botín. Apenas provistos de nada que pudiera llamarse un equipo bélico, lucharían con cuanto estuviera a su alcance. Como armas características contarían con una especie de lanza corta ("azcona") y un cuchillo de hoja muy ancha ("colltell") muy similar al de los empleados hoy en las carnicerías. Completarían su equipación, con un par de pesadas jabalinas, muy adecuadas para lanzar a corta distancia. Su protección consistiría únicamente en una especie de túnica sin mangas, o chaleco grueso y largo de piel de oveja. Calzaban unas sencillas abarcas de piel, fuertemente entrelazadas hasta los tobillos.
Los primeros cascos de que dispusieron, y que serían en adelante, como el resto de su equipo, toda una seña de identidad, tendrían una forma semiesférica y estarían compuestos por una serie de tiras metálicas entrecruzadas en horizontal y en vertical dejando zonas huecas (esta forma reticular tan peculiar les daría el nombre: "capell de ret", casco de red). Probablemente estos cascos contaran con un forro interior de tela o piel para proteger el cuero cabelludo del roce directo con el metal y quizás en algunos casos, dispusieran de barboquejo con el que fijarlo a la cabeza. Primitivo pero muy fácil de fabricar por cualquier herrero de la época. (Como veis, todo muy casero).
Capaces de sobrevivir sobre la marcha, su conocimiento del terreno, su ferocidad y la ligereza de sus pies serían sus mejores aliadas. 

Pronto estos hombres vieron en el poder de sus brazos, una nueva forma de vida alternativa a aquella que se les había arrebatado. Correrían algo de riesgo ocasionalmente, pero les compensaría como para vivir con cierto desahogo durante el resto del tiempo. Así pocas generaciones después, aquellos rudos pastores pirenaicos, acabaron por transformarse definitivamente, en bandidos salteadores.

Dejando atrás pues sus orígenes pastoriles, su comportamiento no los distinguiría de unos simples forajidos, si no fuera por que, sus acciones siempre iban encaminadas a infligir daños en sus vecinos del sur, aquellos a quienes consideraban culpables de verse abocados a su nueva vida. 
Condes y reyes cristianos verán en ellos una herramienta muy útil para mantener a raya a sus adversarios. Con sus continuas razzias, los pastores-guerreros obligarán al enemigo a estar siempre en guardia, en aquellos territorios fronterizos, cuya inestable situación los ha llevado a la despoblación. Esta nueva tierra de nadie, fértil pero abandonada, habrá privado de numerosos recursos a los musulmanes que, encastillados en sus fortalezas, vigilantes desde su amplia red de atalayas construidas a lo largo de la frontera, se limitarán a mantenerse a la defensiva.

Estos pastores-guerreros, alentados por la nobleza local, se organizarán en grupos mayores de unos veinte o treinta individuos para ampliar sus objetivos, cada vez más ambiciosos. Comenzarán a ser conocidos como almogávares.
Pero, ¿de donde les viene la denominación de almogávares?
Tal vocablo tiene sin duda origen árabe, y podría hacer alusión, según derive de al-mujawir, a "el que provoca algaradas", o más probablemente de al-mogawir, referirse a "el corredor que roba (en) el campo". 

En una crónica escrita entre los años 887 y 955, se cita a unas tropas (atención) sarracenas especializadas en ataques sorpresa y saqueos, compuestas por pequeños grupos armados, a las que se les denomina como almogávares y que se encuentran presentes entre las tropas de la ciudad de Saraqusta (la actual Zaragoza).

Por similitud quizá del comportamiento de estas tropas musulmanas dedicadas al saqueo y al ataque por sorpresa, nuestros pastores-guerreros-saqueadores acabarían siendo identificados también como almogávares.

Pero continuando cronológicamente con nuestro relato, la primera referencia, que haga mención a fuerzas almogávares cristianas sirviendo a los intereses de una corona, la encontraremos en las Crónicas de Aragón escritas por el historiador y cronista de Aragón Jerónimo Zurita (1512-1580) cuando menciona que, en tiempos del rey Alfonso I el batallador, con vistas a la futura conquista de la ciudad de Zaragoza, refuerza con este tipo de tropas, la fortaleza de El Castellar, entre los años 1105 ó 1110La referencia es muy escueta y apenas se limita a mencionarlos de pasada. Después nada destacable. No obstante sus acciones guerreras continuaron dándoles una fama cada vez más relevante.

Hacia el año 1280 la Corona de Aragón, frenado su crecimiento territorial en la península por el reino de Castilla, atacaba Sicilia entonces en  manos francesas. Aquí sería donde los almogávares se ganaron su tremenda reputación, luchando contra los todopoderosos caballeros franceses, a quienes derrotaron unas andrajosas tropas de mercenarios asilvestrados. 
Finalizada la campaña italiana, en el año 1302 el emperador bizantino Andrónico II, los contrataría para luchar contra la amenaza turca. Los almogávares cumplirían sobradamente con las expectativas del emperador. 





























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domingo, 4 de julio de 2021

La vida cotidiana: mobiliario medieval


Una nueva entrada sobre la vida cotidiana en la Edad Media. Esta vez la dedicamos al mobiliario.

Siempre resulta difícil tratar de generalizar en temas tales como la gastronomía, el vestuario, o la vivienda,  cuando se intenta abarcar una determinada época de larga duración, como la Edad Media y sobre una geografía tan extensa como es Europa. No obstante trataremos de hacer un resumen lo más variado posible, acerca del mobiliario más común en la Edad Media, agrupándolo en los cuatro elementos indispensables de cualquier vivienda de la época, sea cual sea la geografía: camas, arcones, asientos y mesas





El mobiliario

Por lo general, el mobiliario en la época se reducía a unos pocos, pero fundamentales muebles.

Las camas, eran bastidores muy grandes de madera, o hierro para los de mayor fortuna, formando dicho bastidor un plano ligeramente inclinado sobre el que colocaban colchones de paja o de plumas los más ricos. En este caso, podían estar complementadas con anaqueles y las más lujosas completarse con un dosel, elementos que comenzarán a hacerse más frecuentes hacia finales de la Edad Media.



Los arcones, en general eran bastante habituales en las viviendas de la Edad Media. De ellos derivan la mayoría de muebles de guardar de la época.
Dotados de herrajes como bisagras y asas, resultaban fáciles de transportar, (gran ventaja entonces, en un mundo convulso e inestable en donde, cuando menos te lo esperas, puedes verte obligado a huir con lo puesto), un arcón servía para guardar lo básico, desde la ropa digamos "de los días festivos", hasta los enseres de la casa o comida. Los arcones podían además, por su tamaño, hacer las veces de asiento. 



Más pequeñas y sofisticadas resultaban las arcas y cofres, propias de las clases altas, destinados a guardar en ellos los elementos más valiosos, propiedad de la familia.

Los pudientes también disponían de grandes arcones toscos de madera donde se guardaban las armas y a los que daban el nombre de armarios. Estos evolucionarán en el tiempo hacia otras formas y funciones. Hacia el siglo XV los armarios se despegan de su función primitiva y son ya muebles habituales, más sofisticados, bastante elevados y divididos en dos alturas, cerrada la parte superior.

Muy similar a este mueble será la credenciatambién dividida en  alturas (dos o más) con el cuerpo inferior cerrado. Por su parte los pisos superiores quedan abiertos para exponer en ellos la vajilla rica de la casa.

Los asientos. Además de los propios arcones, podías contar con una gran variedad de tipos de bancos, dotados de respaldo y brazos y  sencillos taburetes de cuatro o tres patas donde sentarte, siempre con arreglo a tus posibilidades, desde los más simples y toscos, a los más elaborados con profusa decoración de tipo arquitectónico en sus frentes.
Un ejemplo de banco con respaldo y brazos y en primer plano un taburete

Cuando la parte inferior de un asiento servía de arca, se le denominaba "sillón de caja".
Era habitual contrarrestar la dureza de los bancos y sillones, con cojines de muy distinta índole según bolsillos, e incluso en algunos casos, forrarlos con determinados tejidos para que resulten más confortables. Aquí podemos ver un ejemplo.

Detalle de una miniatura del siglo XIV donde se aprecia un sillón forrado.


Las mesas. También cualquier casa que se precie disponía de una o varias mesas, en general enormes simples tablas sobre caballetes donde comían simultáneamente los comensales. Pero las había también fijas, y de todos los tamaños y formas.



Durante siglos, las mesas fueron desmontables en su mayoría. Este sistema te permitía una vez después de haber comido, convertir el mismo espacio en otra cosa, con solo desmontar y quitar la mesa (de ahí viene la expresión actual "quitar la mesa"). Esto seguía siendo muy habitual en las grandes casas señoriales, pues permitía tras la cena, convertir la sala, en un amplio salón de baile.



Monarcas, nobles y algunos ricos pudientes, disponían en sus viviendas de objetos de orfebrería, tapices para cubrir las frías paredes y alfombras sobre los suelos y en general cierto mobiliario de rango con arreglo a su disposición económica, como podían ser las bañeras, que comienzan a hacerse cada vez más frecuentes ya avanzada la Edad Media.

Otros elementos mobiliarios comunes a la época, geografía o status social serían objetos como los candiles, braseros, esteras... o utensilios prácticos como ruecas tinajas, toneles, cubas, jarras, escudillas, ollas...



Otras entradas relacionadas con la vida en la Edad Media que puedes encontrar en este blog son:

- La gastronomía medieval.
- Los caballeros en la mesa.
- Los heraldos en la Edad Media.
- Copistas y miniaturistas.
- Literatura medieval en los reinos hispanos.
- Transportes y navíos de guerra.
- Ganadería y agricultura en el Aragón medieval.
- Vida cotidiana en la Edad Media .




































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domingo, 6 de junio de 2021

La cota de malla a lo largo de la Historia

En una anterior entrada de nuestro blog pudimos ver el proceso de fabricación de una armadura de cota de malla. Hoy os vamos a hablar un poco más a cerca de esta armadura, su historia y evolución en el tiempo. ¿Porqué sobrevivió a lo largo de diez siglos, y qué acabó con ella?


Orígenes de la cota de malla

Los remotos orígenes de las primeras cotas de malla se remontan al siglo V a.C. y se atribuyen a los celtas, pueblo que destacó en el desarrollo de la antigua metalurgia.
Como ya decíamos en una anterior entrada, una armadura de cota de malla, consistía en una serie de anillos de hierro entrelazados que formaban una apretada red. Un primer anillo, de unos ocho o diez milímetros de diámetro, se unía a otros cuatro a su alrededor a los que a su vez quedaban unidos un total de cuatro comenzando a formarse con este procedimiento una especie de tejido metálico (tenéis el proceso más detallado en nuestra anterior entrada: "elaboración de una cota de anillas")

Foto 1, detalle del anillado de una cota.

El conjunto resultante era una protección resistente y muy flexible que se adaptaba perfectamente al cuerpo, permitiendo la máxima movilidad, con un peso relativamente moderado, unos veinte kilos. Quizá este peso os pueda parecer excesivo, pero pensad en que, el equipo de combate de un soldado moderno, hoy día no baja tampoco de ese peso.
Este tipo de armadura ofrecía especialmente una muy buena defensa contra los cortes de  todo tipo de armas de filo, desde los simples cuchillos, a las espadas o hachas. No obstante, las flechas y determinado tipo de lanzas o jabalinas, podían, según la fuerza del impacto, llegar a romper el compacto tejido metálico hasta llegar a alcanzar mortalmente la carne. Aun con todo, la armadura de anillas será todo un numero uno en equipo defensivo, no solo para su época sino, a lo largo de los siglos venideros.

La cota de malla en la Antigüedad

Los celtas habían creado lo más de lo más en protección personal, y su creación pervivirá en la historia, con apenas cambios, debido no solo a su efectividad en combate, sino y es algo muy a tener en cuenta a la sencillez y economía de medios de fabricación.


Foto 2. Guerrero de origen celta


Pero, ironías del destino, siglos después, serán sus enemigos quienes a la larga más partido le saquen a este invento. Los distintos e independientes pueblos europeos descendientes de los antiguos celtas, acabarán bajo el yugo romano.
Tras el saqueo de Roma por los galos cisalpinos, en el año 390 a.C., la urbe tardará algunos años en recomponerse, pero reaccionará creando un ejército fuerte y bien conexo que ampliará sus territorios primero hacia el norte a lo largo de las tres guerras samnitas, y a continuación hacia el sur de la península itálica, conquistando la denominada entonces Magna Grecia (265, ocupación de Regio, estrecho de Mesina)
Aunque no hay datos precisos con respecto a la evolución del ejército romano en este periodo en concreto ni en su táctica ni en su armamento, para finales de esta época, y poco antes de la Primera Guerra Púnica, sí se dispone ya de información precisa y detallada sobre su organización general y equipamiento militar.

La caballería romana será la primera en adoptar la armadura de malla metálica como equipación defensiva. sustituyendo progresivamente a la lóriga de cuero. Su resistencia y flexibilidad,  cualidad esta última imprescindible para combatir a caballo en aquella época (sin silla de montar, ni estribos) hizo en adelante de la cota de malla (denominada por ellos lórica hamata), la armadura estándar de la caballería romana hasta los últimos días del Imperio.
De echo conforme el ejército romano continuó evolucionando y sus dominios se expandieron, la lórica hamata comenzó a estar presente tímidamente entre determinados tipos de tropa de la infantería regular (solo entre la élite de la clases pudientes). A lo largo de las tres guerras púnicas que se sucedieron por el control del Mediterráneo, que finalizarían con la completa destrucción de Cartago en el año 146 a. C. el ejército romano fue objeto de numerosos cambios que le llevaron al perfeccionamiento de sus estrategias y equipamiento. El uso de la cota de malla se había multiplicado. 
El historiador griego Polibio, amigo cercano de Publio Cornelio Escipión Emiliano, destructor de Cartago y de Numancia, en su libro sexto de sus Historias, nos dejo un relato exhaustivo acerca del ejército romano y su organización. Para entonces la cota de malla estaba presente no solo en la caballería y algunas determinadas clases de tropa: todos los hombres pertenecientes a la clase de infantería pesada, los triarii, estaban equipados con esta protección. También los príncipes, un  tipo de infantería semipesada parece que se beneficiaron de las ventajas de esta armadura. Por último una cierta proporción de hastatii, una infantería ligera por encima de los vélites o tropa de escaramuza (seleccionados entre los más jóvenes y más pobres reclutas) aquellos hastatii que tenían entre ellos cierto poder adquisitivo, también se equipaban con armadura de anillas.

Con las llamadas reformas de Mario el ejército romano sufrirá una transformación tal que cambiará para siempre el curso de la historia de Roma como nación. El general Cayo Mario, comenzó su carrera al lado del antes mencionado Escipión Emiliano en el sitio de Numancia y se convirtió con el tiempo en uno de los grandes generales de Roma. Con sus reformas, las legiones se profesionalizan, desaparecen las diferencias de clase, ahora combaten por un sueldo y las posibilidades de botín y ascenso.
La organización cambia y con ella, entre otras cosas, el aspecto de las legiones. Las nuevas tropas van equipadas exactamente iguales, sin las distinciones clasistas que hasta entonces habían dominado en ellas. La cota de malla, elaborada a escala semi-industrial, equipará las nuevas legiones de Mario por igual en adelante.


Foto 3.  Las legiones en época republicana

Cuando César, con la afrenta de los celtas muy viva aún en la memoria colectiva de los romanos, inicia su campaña contra las Galias, los descendientes de quienes inventaron la cota de mallas ahora van al combate semidesnudos protegidos tan solo con ceremoniosas pinturas de guerra. Su suerte está echada. (frase por cierto, alea iacta est, atribuida al propio Cesar al cruzar la frontera del río Rubicón acompañado por todas sus tropas, -cosa totalmente prohibida- a su regreso triunfal a Roma, tras su victoriosa campaña en las Galias).
Pero volvamos con nuestra cota de anillas. Con el inicio de la nueva etapa imperial, aparece un nuevo tipo de armadura, la lorica segmentata. Las legiones serán equipadas de ahora en adelante con este nuevo tipo de coraza, algo más engorrosa, pero muy efectiva, tanto contra espadas, como contra lanzas y flechas.

4. Aspecto de las legiones romanas en la época imperial, equipadas con la nueva armadura de lamas.

Pero ¿significó este cambio la desaparición de la cota de anillas?
En absoluto, legiones auxiliares romanas reclutadas de pueblos asociados, serán quienes más se beneficien con el cambio, pues serán reequipadas en adelante con lórigas de anillas. De echo, con el devenir del tiempo, cuando la defensa de las fronteras del Imperio deje de estar al cargo de las legiones romanas, para pasar a cargo de sus fuerzas de aliados, la lorica segmentata desaparecerá de escena.



5. Las "legiones bárbaras" (S. IV d. C.) Aspecto de las tropas aliadas


La cota de malla en la Edad Media

Tras la caída del Imperio Romano, la cota de anillas continuó en uso tanto por  sus antiguos socios ostrogodos y visigodos, como por los diferentes pueblos bárbaros que asolaron Europa, alanos, suevos, vándalos, sobreviviendo su utilización durante toda la Edad Media hasta el siglo XVI.
La armadura de anillas, con todos estos siglos de existencia a sus espaldas, apenas había experimentado grandes cambios a lo largo del tiempo que no fueran la longitud de cuerpo (por debajo de la cintura las cortas, o hasta el muslo las más largas) o la longitud de mangas (por debajo del codo, por encima o incluso sin mangas), la propia terminación (lisa o a picos), su remate (con o sin refuerzos de cuero) y poco más. Esto en sí mismo, bien puede ser una prueba de su eficacia defensiva. Pero hay otros aspectos a tener en cuenta en relación a su supervivencia, con respecto a otras armaduras como la segmentata, como son su fácil mantenimiento y reparación.
Conservar en buen estado una de estas armaduras no era algo ni complicado, ni costoso. Para librar del oxido a sus anillas, el procedimiento empleado estaba al alcance cualquiera, resultaba eso sí, algo engorroso debido al peso y volumen de la propia armadura, pero no requería sino de tiempo. Consistía simplemente en introducir la malla en un balde con arena y frotar toda la superficie de la armadura palmo a palmo, contra la misma de manera que la fricción de ambos materiales vaya eliminando el óxido tratando de producir un desgaste mínimo de las anillas.
En cuanto a su reparación, no había necesidad de recurrir a ningún especialista en la materia o unas herramientas demasiado complejas para arreglar una rotura producida en combate. 

Foto 6. Posible aspecto de un corte, retiradas las anillas dañadas

La materia prima podría proceder de la propia armadura con solo soltar algunas anillas por ejemplo del bajo de la misma, procedimiento muy básico al alcance de cualquiera, y luego con ellas, ir uniendo el desgarro, conectando cada anilla recuperada con las otras tres desde donde comienza tal desgarro o corte, y cerrando esta anilla a continuación, de forma que siempre cada anilla quede acoplada a otras cuatro a su alrededor. A esta "nueva" se unirá otra anilla recuperada que además conectará con una de las de cada lado del corte.Y así hasta completar de "coser" el corte de la armadura.
Al explicarlo os puede sonar complicado pero en aquellos tiempos, cuando el estado de tu armadura era tu mejor defensa y sobrevivías en gran medida gracias a ella, tú eras el primer interesado en mantener en todo momento a punto tu equipo, pues te iba la vida en ello.


Evolución

A parte, como ya hemos visto, de su aspecto estético, por el que una armadura gala apenas difiere de una medieval de digamos, el siglo XI o XII,  o su longitud (las mangas se alargan hasta las muñecas y el cuerpo baja hasta proteger los muslos casi por entero con ayuda de un corte central que permite montar a caballo) hubo también una evolución tecnológica dirigida a mejorarla cota de malla, en su característica más negativa, su vulnerabilidad ante lanzas y flechas de punta estrecha.

Foto 7. Cota de anillas característica de entre los siglos XI y XII


Buscando aumentar la resistencia a la perforación, la solución pasa por alguna de estas opciones, o la combinación de varias de ellas. En todo caso encarriladas siempre a hacer la armadura más tupida y compacta:
- Reducir el espacio entre anillas haciendo estas de un diámetro menor pasando de los 10 mms. a solo 8 de algunas de ellas.
- Reducir el espacio vacío entre las anillas, colocando cinco y hasta seis anillas alrededor de cada una de ellas y no cuatro como era lo más frecuente.
- Remachar, una por una, cada anilla de la armadura, para evitar que se abran.


Con estas aportaciones demostrando su eficacia, la malla de anillas estará presente en otros elementos defensivos del equipo de combate de un caballero medieval. Los guantes o manoplas usados para proteger las manos, recubrirán su dorso de este material. Además aparecerá una nueva pieza defensiva elaborada de este material, la cofia de mallas (o también llamada en ocasiones gorgera, del francés gorgére) destinada a proteger la cabeza y el cuello del caballero (observar de nuevo foto 7).
Con la desaparición del latín como lengua común del antiguo imperio, habiendo evolucionado hacia las distintas lenguas romances, nuestra armadura cambiará también de nombre. El moderno nombre de nuestra protagonista de hoy, de cota de mallas se tiene por válido que proviene, como casi todos los términos medievales relacionados con el armamento, la heráldica y la guerra en general, del francés: cotte de mailles.

Foto 7. la armadura se alarga hasta incluir las manos y rodillas.


La armadura de malla continúa evolucionando, prolongando su longitud, hasta alcanzar las rodillas y las mangas para integrar en una sola pieza las manoplas. También aparecen nuevas piezas del mismo material a modo de calzas de malla, destinadas a proteger piernas y pies del caballero. El peso de toda esta muy engorrosa equipación, rondará ya casi los cuarenta kilos. Y su precio... desorbitado:

Un equipo completo incluyendo espada, escudo, casco y daga, podía costar unos doscientos cincuenta o trescientos sueldos, lo que supondría el coste de unos 30 bueyes.




Hacia el siglo XIV y en adelante, con la aparición progresiva de nuevas piezas metálicas de protección como grebas y quijotes para las piernas, o manteletes para manos y muñecas, la armadura de malla vuelve a reducir su tamaño, pero continuará en vigor su uso bajo las nuevas piezas durante todavía los siglos XV y XVI, demostrando ampliamente su eficacia.
Pero... ¿qué es lo que hizo entonces que esta armadura, de tan largo recorrido en la historia, desapareciera de repente?
Evidentemente fue la aparición y progresiva extensión del uso de la pólvora en los campos de batalla europeos lo que hizo del uso de esta armadura algo inútil y no solo eso sino incluso contraproducente. Los daños producidos en un ser humano por un proyectil de la época que estuviera recubierto por una cota de mallas, no harían sino multiplicarse, al convertir las anillas en auténtica metralla incrustándose en el cuerpo.


Sin embargo, la cota de malla todavía reaparecería una vez más en la historia militar, aunque de forma efímera y casi anecdótica. 
Durante la Primera Guerra Mundial, las tripulaciones de los pequeños carros de combate franceses Renault FT-17, para protegerse la cara de las continuas esquirlas que saltaban en su interior al ser alcanzados por el fuego enemigo de cierto calibre, optaron por añadir bajo su casco, una especie de máscara de cota de malla fijada al borde del mismo.

Otra entradas de este blog que puedan ser de tu interés:

- Elaboración de una cota de mallas
- La cota de escamas



jueves, 27 de mayo de 2021

Vida cotidiana. Ganadería y agricultura en el Aragón medieval


Aragón en sus orígenes, como el resto de la Europa medieval, dependía de un sistema económico muy primitivo, basado en el autoconsumo y el trueque.
Las tierras, explotadas por los campesinos producían básicamente cereales, como el trigo, la cebada, o el centeno, destinados a la elaboración del pan, base del consumo alimentario de la época. Se utilizaba para ello un sistema denominado de barbecho, por el cual, una mitad de la tierra de cultivo se dejaba en reposo sin cultivar para que, tras ser fertilizada ese año por el ganado que en ella ha pastado, produzca una mejor cosecha el año siguiente*. 
Otro cultivo muy presente en el Aragón primitivo, será el de la vid destinado a la producción del vino. Aunque las tierras altas como Benasque o Boltaña no eran especialmente adecuadas por entonces para producir vino de calidad. Otro de los cultivos básicos será el del olivo, utilizado tanto para el consumo alimentario, como para la iluminación.
En menor medida y conforme se avanza en la reconquista de territorios hacia el sur, dominando ya valle del Ebro, encontraremos frutales como el cerezo, la higuera, el manzano...
En cuanto a otros cultivos básicos para el día a día cotidiano, destacarían hortalizas como las cebollas,  los ajos, las coles o los nabos, para el consumo alimentario y el lino y el cáñamo para elaborar tejidos.

La ganadería completaría la actividad económica aragonesa, aportando además de carne, lógicamente, otros productos derivados. Queso, leche, lana o pieles en el caso del ganado ovino, o a demás de lácteos, cuero en el caso del ganado bovino. Sin olvidar el importante papel desarrollado por este último tanto como para ayudar a labrar los campos, como para el transporte de cargas pesadas, usado como animal de tiro.




Con el paso del tiempo y conforme fuese ampliando el territorio, la ganadería se expandió progresivamente por todo el reino. Entre los siglos XII y XIII 
adquirió tal grado de interés, que se llegaron a establecer importantes cofradías locales de pastores para defender y controlar los derechos de pasto y trashumancia, como la alera foral, el ligallo o la facería o las Casas de Ganaderos como las de  Tauste o Ejea, siendo la de Zaragoza, la que llegará a adquirir la mayor relevancia. También se constituirán los ligallos de Teruel o la Cofradía de Pastores de Letux




*Un sistema agrícola que se fue extendiendo en la Europa de la época, consistía en dividir las tierras de cultivo en tres partes. En una de ellas se sembraba en otoño trigo o centeno, cebada o avena; al llegar la primavera siguiente, se sembraban legumbres en otra, guisantes, garbanzos, lentejas y judías. La tercera se dejaba en reposo. Al año siguiente, la primera parcela se sembraba en primavera, la tercera en otoño, y la segunda quedaba en reposo. Por este procedimiento las legumbres fijaban el nitrógeno en el terreno.



























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jueves, 22 de abril de 2021

Los heraldos de la Edad Media

Como cada 23 de abril, día de San Jorge, nos toca publicar entrada. Hoy hablaremos de unos personajes imprescindibles en justas y torneos medievales: los heraldos

Ya contábamos en una anterior entrada, que los guerreros, para ser reconocidos en las batallas, comenzaron a utilizar en sus vestimentas emblemas o símbolos particulares mucho antes de que la heráldica fuera organizada como tal. Cada caballero escogería su propio emblema que le representara de por vida, el cual grabaría en su escudo, vestimenta, gallardete, tienda de campaña, etc…
Estos emblemas irían siendo adoptados, con ligeras modificaciones por sus descendientes manteniendo su base, de manera que pudiera ser reconocible el linaje del que proceden. Este sistema de símbolos,  con una serie de pautas comunes en  toda Europa, es lo que se conocerá pronto como heráldica.
Conforme la simbología se fue complicando generación tras generación,  sería preciso que personas con ciertos especializados conocimientos, fueran capaces de conocer e identificar estos emblemas y su procedencia. Estos serán los conocidos como heraldos.  Y deberemos remontarnos hacia el siglo XII, para tener las primeras referencias sobre estos personajes. La teoría más aceptada a cerca del origen del término heraldo es que proviene, como tantos otros relacionados con el tema caballeresco, del francés héraut y podría traducirse como mensajero o portavoz. Francia será de hecho, la cuna de la ciencia heráldica, al crearse allí digamos el primer colegio heráldico conocido de la Europa feudal. (En realidad cargos parecidos ya existían desde tiempos remotos. Tanto en la Roma de los césares, como antes en la antigua Grecia, podemos encontrar figuras similares). 
Su proliferación por Europa será desigual. En España, por ejemplo, la figura del heraldo con tal nombre, no será adoptada hasta mediados del siglo XIV.

Categorías

Se establecerán en sus estatutos una serie de normas y de categorías que regulen la ciencia del blasón, y el propio mundo del heraldo.
Hacia finales del siglo XIII o principios del XIV  podremos observar ya la aparición de las nuevas jerarquías del oficio. A la cabeza de todos ellos, se encontrará el llamado rey de armas, y por debajo de los propios heraldos, los preservantes,  nombre castellanizado del francés pursuivants  (perseguidores), funcionarios públicos que desempeñaban la función de alguaciles. Al parecer, en el mundo de la heráldica se denominará preservantes de armas a los aprendices de heraldo durante lo que dure el periodo de su carrera.
En esta época, para ser un heraldo de armas, cosa que ahora ya era considerada un honor, era preciso ser de origen nobiliario, de buena presencia, con una conducta ética intachable y por supuesto, poseer un amplísimo y probado conocimiento de la heráldica. 

Funciones de guerra y paz

Entre sus múltiples funciones, pueden distinguirse distintos tipos de actividades que agruparemos según el momento.

En tiempos de paz:

- Convocar Cortes Generales, a instancias del rey.
- Trasladar las distintas órdenes del monarca al pueblo o a los caballeros.
- Convocar a la Corte a quienes eran citados por el rey.
- Organizar los preparativos necesarios para celebrarse torneos, justas o carruseles a instancia del rey, noble o ciudad que los financiase.
- Viajar para localizar e invitar a los caballeros a estas justas y torneos.
- Presidir y arbitrar dichos torneos y justas.
- Identificar blasones para corroborar su autenticidad.
- Crear (o más bien colaborar con sus conocimientos sobre el tema) blasones adecuados para los nuevos nobles en función a su origen ya sea este familiar, o por merecimiento.

Y en tiempos de guerra:

- Declarar la guerra en nombre del rey.
- Observar quien destacaba en el campo de batalla por encima de los demás y dar parte en general de cuanto allí acontecía, redactando a continuación una memoria o relato lo más exacto posible de lo ocurrido.
- Distribuir las recompensas oportunas con arreglo al comportamiento observado.
- Tocar retirada a instancias del general al mando.
- Reclamar los prisioneros capturados por el enemigo.
- Publicar la paz.

Aspecto

Un heraldo se distinguía en la época fácilmente de cualquier caballero.
 Por un lado, en su vestimenta: una prenda de vestir característica de los heraldos era la dalmática. En cierta forma, la dalmática era el equivalente a la cota de armas de cualquier caballero. Se trataba de una prenda exterior, al comienzo a modo de tabardo cerrado por el frente y con amplias mangas generalmente abiertas, ricamente adornado con bordones, estofas o galones. Tanto en el frente como en su espalda destacaban claramente las armas que identificaban la cuidad, el rey o el noble a quien el heraldo representaba. Los antecedentes de la prenda con este nombre podemos encontrarnos remontándonos a la antigua Roma, donde ya se usaba una prenda de formas muy similares en color blanco con adornos púrpuras, copiadas a los dálmatas (de donde deriva el nombre). La prenda continuó en uso con profundos cambios en su estética durante todo el Imperio Bizantino y sobrevivió en un uso eclesiástico, hasta llegar a convertirse en algunas de las actuales vestiduras litúrgicas.
Pero además de, en el ámbito religioso, estas prendas pueden seguir observándose hoy en día asociadas a alguna de las monarquías europeas actuales, en un ámbito puramente ceremonial como reminiscencias de un antiguo pasado medieval.
La evolución de esta pesada prenda durante la edad media, la llevó a convertirse en algo más ligero y cómodo de llevar. Sus mangas fueron abriéndose y acortándose, como también se abriría el cuerpo del propio tabardo mediante un corte en cada costado que podía llegar hasta la sisa, pudiendo cerrarse no obstante la prenda por los lados con algún tipo de cordón o ceñidor interno semioculto a la vista.


La rendición de Granada (1492), cuadro de Francisco Pradilla pintado en 1882. En primer plano, al extremo derecho de la obra, podemos observar la figura de un macero, oficial al servicio de los Reyes Católicos, vestido con una dalmática.




Por otra parte, la segunda característica que identificaba a un heraldo y lo distinguía de un caballero era su condición de hombre desarmado. No solo no portaba espada o daga al cinto, sino que carecía de cota de malla, escudo, casco o ningún otro tipo de defensa.






























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martes, 16 de febrero de 2021

Copistas y miniaturistas

Hoy nuestra entrada va destinada a conocer algo más de cerca el trabajo de aquellos que gracias a su esfuerzo nos han permitido conocer más de cerca la Edad Media que ahora estudiamos.


Durante la Edad Media, la cultura obtuvo su refugio en los monasterios. A pesar de la intransigencia de la Iglesia con determinadas manifestaciones de la filosofía antigua y de la vida del momento, será en sus monasterios donde protegidos de las guerras, y de la miseria sus monjes preservarán el conocimiento adquirido a lo largo de siglos pasados copiando una y otra vez los viejos manuscritos que el fuego, el olvido, o el paso del tiempo no habían echo desaparecer de la Historia. Matemáticas, filosofía, medicina astronomía...



Estos monjes especializados en la materia, recibían el nombre de copistas. Podían trabajar bien al dictado  de un lector, o bien por si mismos de libro a libro. Ellos mismos se encargaban de marcar los márgenes y cortar las hojas. Los títulos iniciales las letras capitulares, y las ilustraciones, se dejaban a otros especialistas, los llamados miniaturistas, que se encargaban de completar los manuscritos en su siguiente fase. (Los nombres de miniatura o miniaturista proceden de la palabra minium, el color rojo cinabrio, usado generalmente para rellenar la gran letra en blanco destacada al comienzo de cada capítulo). Finalmente se cosían las páginas del libro y se forraba con dos finas tablas que se recubrían con pieles o con pergamino. El objeto de estas rígidas tablas era contrarrestar la tendencia del pergamino dada su naturaleza, a doblarse y deformarse. Por ello era habitual que estas tapas recibieran refuerzos metálicos en sus esquinas, así como cierres, también de metal para impedir que se abrieran y deformasen.



A veces las tapas de estos libros podían estar ricamente decoradas, aplicándose sobre las tablas marfiles tallados, metales preciosos, esmaltes o incluso incrustaciones de pedrería.


 No solo los religiosos (generalmente benedictinos) se dedicaban a la realización de miniaturas. También existieron escuelas especializadas para laicos. Incluso grandes pintores de la época (Oderisi da Gubbio, Simón Martini, Tadeo Crivelli...) no desdeñaron trabajar en esta especialidad artística.



Aquí en España, Hacia el siglo XI particularmente las miniaturas mostrarán tendencias caligráficas e inspiraciones orientales. Más adelante, ya durante en gótico y posteriormente en el renacimiento, los maestros miniaturistas hispanos se inspirarán en miniaturas flamencas y francesas. 

Con el invento de la imprenta de Gutenberg, el arte de la miniatura iniciará su declive.

Gracias al trabajo de aquellos esforzados miniaturistas que se dejaron la vista trabajando en los scriptoriums de sus conventos o en sus talleres laicos, podemos hoy conocer  más de cerca la vida en la edad media gracias a la observación de los numerosos detalles con los que decoraron y ambientaron las múltiples escenas de los innumerables y valiosos códices que afortunadamente han llegado hasta nuestros días.


La materia prima

En la antigüedad, el papiro era el material más cercano al papel que se conocía, aunque existieron otros soportes como la arcilla, la madera, la piedra o el metal, donde dejar un testimonio por escrito.

Todas las grandes bibliotecas de aquellos tiempos estaban se encontraban repletas de ejemplares donde se atesoraban los más amplios conocimientos de la época, compitiendo incluso entre ellas al respecto. Y la materia prima más demandada para ello era  claro está, el papiro.

El papyros es una planta que crece exuberante en las pantanosas aguas del delta de Nilo. Desde Alejandría se ejercía un fuerte control de su producción en beneficio de su famosa biblioteca.

En Pérgamo ciudad situada en el Asia Menor,  cuya biblioteca rivalizaba con la de Alejandría, hartos de la situación, decidieron buscar una solución al problema del incierto suministro de tan indispensable material. Así hacia el siglo III de nuestro tiempo, a apreció un nuevo soporte para la escritura, basado en la piel de cabra o de carnero que será conocida  con el nombre de pergamino en honor a la ciudad donde se desarrolló el invento.

La idea era simple, la materia prima estaba muy al alcance y en abundancia en la zona, como para no depender del extranjero. El tratamiento que recibía la piel una vez perfectamente depilada tampoco era demasiado costoso. Se maceraba primero en agua de cal, y luego se pulía con piedra pómez. Se obtenía así un soporte tan flexible como el papiro, pero mucho más resistente. Tanto, que podía incluso rasparse y poder volver a ser reutilizado escribiendo de nuevo en él.

Por su parte la invención del papel, se atribuye a un chino llamado Tsao  (o Ts´sai)  Lun, que hacia el siglo I de nuestra era comenzó a producir este material a partir de tejidos deshilachados, corteza de árbol y viejas redes de pesca, que se deshacían hasta conseguir una pasta que, una vez extendida y seca, se convertía en una delgada hoja de lo que hoy conocemos como papel.

No será hasta el siglo VIII cuando los árabes obtengan el secreto de la fabricación del papel. En adelante las fábricas de papel se extenderán por todo Oriente Próximo. Samarkanda, Bagdad, y ya en el siglo X, Damasco, Trípoli, El Cairo... En el siglo XI se establecerá también una fábrica en Fez, y hacia el año 1150 aquí en España, en Xátiva (Valencia) donde se producirá un papel de una calidad excelente. Mucho más fino y ligero que el pergamino, el papel se irá producido cada vez en mayor cantidad y a un precio más económico, gracias a las innovadoras técnicas aplicadas a partir del siglo XIII, ganándole terreno rápidamente hasta desplazarlo por completo del hacia finales de la Edad Media.


















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