viernes, 18 de octubre de 2019

Transportes y navíos de guerra medievales


Hoy, desde la asociación cultural Mesaches en su blog Las  Justas de San Jorge", hablaremos de algunos de los diferentes barcos de guerra y de transporte existentes en la Edad Media.


Ya en anteriores entradas, mencionábamos  algo de pasada, los famosos drakkars vikingos...


Hacia el siglo IX los vikingos se habían convertido en el terror de los mares. Sus largas y estrechas embarcaciones, propulsadas a remos y vela, eran rápidas y pese a su bajo perfil capaces de navegar por las agitadas aguas del Atlántico. 
Ese mismo bajo perfil, las hacía idóneas para adentrarse en las costas del norte de Europa e incluso adentrarse en hacia el interior río arriba, aún con los caudales más escasos.
No solo desplegaron sus velas por todo el continente europeo, también se internaron en el tormentoso atlántico septentrional y colonizaron Islandia y Groenlandia. Incluso arribaron al continente americano en las costas de Terranova mucho tiempo antes que lo hiciera Colón.
Pero los drakkars, o serpientes marinas como se podría traducir el vocablo en referencia a sus proas talladas en forma de cabeza de terrorífico animal (a veces dragón a veces serpiente gigante), no fueron el único tipo de embarcación empleado por los vikingos.
Para uso comercial disponían de grandes barcos con formas redondeadas y con mayor calado llamados Knörrs.
Ambos tipos de barcos serán adoptados para uno y otro uso por otros pueblos.
Los sajones serían los primeros en copiar los drakkars como defensa contra los invasores escandinavos. Todavía siglos después los normandos, descendientes  no obstante de vikingos, continuarán utilizando barcos de guerra exactamente iguales a los de sus antecesores, como puede apreciarse en los famosos tapices de Bayeux.
Los knörr por su parte serán adoptados primero por los pueblos germanos y más al sur recibiendo el nombre de kogs o koks (en flamenco concha) en relación al aspecto redondeado de su casco.
Estas naves eran capaces de cargar unas 200 toneladas y alcanzar unas medidas de unos 20 metros de eslora (longitud) y 8 de manga (anchura) las más grandes mientras que las más habituales rondaban los 15 x 5 metros.
Disponían de un único mástil de una sola vela cuadrada (cuadra) también curiosamente llamadas en términos marineros vela redonda por la forma que adapta al ser completamente hinchada por el viento. Este tipo de aparejo aprovecha muy bien los vientos favorables o de popa es decir aquellos que van en la dirección de la marcha o en un ángulo cercano a ella. Estos vientos imprimen una velocidad constante y firme al navío que además avanza de una forma estable y equilibrada. Su nuevo estilo de timón, (timón de codaste) fijado a popa (atrás) resultará una novedad que ayudará también a una navegación más controlada. en contraposición con el timón de espadilla (un simple remo fijado en la borda de estribor), usados en los drakkars.

Desde su aparición el siglo X  el kok se acabará convirtiendo en el barco más ampliamente utilizado en el siglo XII, sobretodo para el comercio marítimo en el Báltico.
La tripulación necesaria para manejar este tipo de embarcaciones era más bien escasa eso abarataba los costes, pero los hacia vulnerables a los ataques de piratería. Esto se compensaba habitualmente con la contratación de tropas mercenarias para su defensa así como con la adicción de ciertas protecciones al navío como los castillos de proa y popa estructuras almenadas de madera unas perfectas plataformas de tiro elevas para hacer frente a un posible ataque. Al principio, estas estructuras eran circunstanciales y solo se añadían al casco según la peligrosidad del trayecto. También en caso de guerra. Gracias a estas estructuras, los navieros de la época podían alquilar los servicios de sus mercantes a reyes y nobles para la batalla, reconvirtiendo su flota temporalmente en naves de combate, armadas por lo general con algún tipo de artillería como ballestas fijas o según un cronista de la época, catapultas de tamaño mediano.



Poco más tarde el Mediterráneo adoptará también este tipo de barcos (que serán conocidos como cocas) para su uso comercial readaptándolos a las más tranquilas aguas y a su fluido tráfico marítimo en todas direcciones, sustituyendo su velamen por el tradicional aparejo latino en forma triangular, que tan buen resultado da en este lado del continente. Las velas triangulares son capaces de aprovechar de forma muy eficiente los vientos menos favorables para la navegación. Así lo habían demostrado  desde muy antiguo embarcaciones como los dhowns usados en la India o el Nilo todavía hoy en día.

Posiblemente esa eficacia hiciera adaptar este tipo de velamen en navíos mercantes como los venecianos, de estructura muy similar a las cocas, cascos redondos adecuados para grandes cargas derivados de las antiguas naves de transporte romanas, de los que todavía conservarán el timón de espadilla.



En el Mediterraneo, el Imperio Bizantino, desgajado superviviente del antiguo Imperio Romano, mantenía una importante flota naval capaz de mantener relativamente a raya a los piratas berberiscos...

Herederas occidentales de la tradición marinera griega y romana, la galera de dos mástiles, junto con la galeota, algo más pequeña de un único palo, son simples derivaciones más modestas del imponente dromón bizantino de los mejores tiempos del Imperio. 
Algunas evolucionan a partir del siglo XV hacia las grandes galeazas (en italiano aumentativo de galera) de hasta tres palos




Pero será un nuevo tipo de barco, de modesto origen, el protagonista de las grandes aventuras de exploración y conquista del siglo XIV: La carabela. Desarrollada a partir de las pequeñas embarcaciones de pesca portuguesas de velas latinas, la carabela reúne todos los conocimientos  de construcción naval adquiridos hasta el momento. 
Un casco “muy marinero” ligeramente afilado, pero de una anchura y un calado  importantes que le otorgan una buena capacidad de carga. Por otra parte su calado no resulta demasiado excesivo como en el caso de los grandes mercantes de la época (las carracas), y eso le permite fondear  en cualquier puerto, en bahías poco profundas, o incluso remontar los cauces de la mayoría de los ríos conocidos. El nuevo timón, bajo el castillo de popa, que irá sustituyendo a los menos adecuados de espadilla y su aparejo latino, junto a la forma alancelada de su planta, la hacen una nave rápida y fácil de manejar, aún en las condiciones de viento más adversas. Algunas de estas naves estaban equipadas con hasta cuatro remos por borda, para en casos extremos de “calma chica”.


Dotada de entre dos y tres mástiles, para la navegación en el Atlántico muchos navieros optaron por combinar velas latinas (a popa) con velas cuadras (a proa) para aprovechar  mejor los vientos alisios. (Colón antes de partir hacia las supuestas Indias, hizo sustituir el aparejo principal de la Pinta y la Niña (latino) por velas cuadras.
Baratas y sencillas de construir, las carabelas resultaron vitales para afrontar las expediciones y campañas portuguesas, en busca de nuevas rutas hacia la tierra de las especias.


Pero estas mismas rutas, largas y peligrosas, hicieron precisos nuevos tipos navíos capaces de enfrentarse a los embravecidos océanos y a los fuertes vientos de popa, pero también a las calmas inoportunas, así como a las largas distancias a recorrer sin puerto donde recalar, a las tribus hostiles, a la piratería, y además, se exigía de ellas una mayor capacidad de carga que hiciera cada viaje lo más rentable posible. Para ello, los modelos construidos para las navegaciones transoceánicas, fueron ampliados con cascos más largos dotados de un cuarto mástil más a popa (contramesana) con aparejo latino y velas cuadras en el trinquete y el bauprés. Serán las denominadas naos.