miércoles, 19 de septiembre de 2018

Batallas de la Edad Media: Poitiers 1356


Tal día como hoy...

...Un 19 de septiembre de 1356, enmarcada dentro de la Guerra de los Cien Años, tuvo lugar la batalla de Poitiers (no confundir con la también batalla de Poitiers acontecida el 10 octubre del año 732 denominada por los historiadores como batalla de Tours para distinguirlas).

En anteriores entradas hemos podido comprobar como la ventaja numérica no siempre lleva consigo acarreada la victoria en el campo de batalla.

También hemos conocido, aunque solo haya sido de pasada, las armas y estrategias empleadas por franceses e ingleses durante este periodo histórico  (ver por ejemplo batalla de Crèsy).

Para esta ocasión, hemos optado por reducir la parte descriptiva de la batalla, para poner el acento en el análisis de los pormenores, en los detalles grandes y pequeños, que puedan escapar a una lectura convencional... esto es, hoy enfatizaremos en las tácticas y las armas empleadas por uno y otro bando.


Un poco de historia


A la muerte sin herederos varones del monarca francés Carlos IV llamado el Hermoso, el último de la dinastía de los Capetos, la corona acabará en manos de una rama secundaria llamada la de Valois, pues los franceses poco dispuestos a que la corona pasara a manos extrañas (eran notorias las pretensiones de Eduardo III de Inglaterra al trono francés debidas a su ascendencia (Isabel, su madre era hermana de Carlos IV). El conflicto dinástico estaba servido. Este dio lugar a una serie de intermitentes guerras entre ambas naciones que, comenzaron en el año 1337 y no se darían por zanjadas hasta 1453. Este conflicto es el que se conocerá posteriormente como La Guerra de los Cien Años.

En una primera fase y tras la reclamación del trono por Eduardo, sus tropas obtendrán una primera victoria en la batalla naval de Sluys ya descrita anteriormente en este mismo blog. Esta victoria le permitirá controlar el canal de la Mancha e invadir Francia. Poco después, en 1346 su victoria en Crècy demostraría la eficacia de los arqueros ingleses y sus longbows  frente a la clásica carga de caballería pesada de sus adversarios, en los campos de batalla de Francia. Y aquella no sería la única vez que esto sucediera. Pero por entonces los franceses todavía no se habían dado por enterados.

Los hombres enfrentados


Como siempre ocurre en estos casos, el número aproximado de hombres de uno y otro bando que participaron en la batalla varía mucho según distintas fuentes consultadas. 

Las fuerzas inglesas, divididas en tres grupos de combate, como solía ser habitual en los ejércitos de la época, vanguardia, centro y retaguardia, se componían de un millar de hombres de armas por grupo acompañados por una cantidad similar de arqueros y varios centenares de soldados de infantería gascones. Esto daría un total cercano a los 7.000 hombres.
Por su parte las fuerzas francesas, más numerosas, se hallaban divididas en cuatro cuerpos. El primero de ellos superaba largamente los cuatro mil hombres, el segundo estaba compuesto por unos cuatro mil, el tercero cerca de los tres mil y por último el cuarto, el más numeroso compuesto por unos seis mil. En total la cifra final nos daría algo más de los 17.000 hombres. de ellos más de dos mil eran ballesteros.



Las armas enfrentadas ¿Arcos o ballestas?

Evolución del arquero medieval


Desde los pequeños arcos utilizados en la batalla de Hastings y que dieron la victoria a las tropas normandas contra las inglesas allá en el año 1066, hasta los nuevos arcos utilizados en la  guerra de los cien años la evolución de este arma ha sido bien sencilla: a mayor longitud mayor potencia. Aquella famosa victoria estuvo siempre presente en el recuerdo de los reyes de la nueva dinastía. Mencionados prácticamente en cualquier contienda librada en aquellas tierras, los arqueros encontraron su lugar en los campos de batalla desde el primer momento, siendo considerados unas tropas fundamentales tanto, en la simple escaramuza, como en la mayor de las batallas campales.
Los reyes ingleses fomentaron siempre en sus tierras el entrenamiento con este arma. Los buenos arqueros solían estar muy bien pagados y mejor además cuanto de mayor calidad fuera su equipamiento, con lo que salía muy a cuento invertir un buen porcentaje de la ganancia obtenida en la última campaña, de cara la siguiente (los arqueros ingleses participantes en batallas como las de Poitiers o Hazicourt solían poseer no solo uno, sino hasta dos y tres caballos propios)

Descripción del arma

Los arqueros ingleses harán famosos en los campos de batalla de la Edad Media sus grandes arcos conocidos como longbows.  Preferiblemente fabricados de madera de boj, pero de olmo o fresno la mayoría (también se utilizaba la madera de tejo), y con una longitud entre los 180 y 200 cm  estos arcos largos eran capaces de disparar flechas (elaboradas en madera de fresno, sauce o álamo y con plumas generalmente de oca) de medio metro a distancias de hasta 200 metros las más ligeras.
Sus puntas tenían forma de hoja con los bordes muy afilados, pesando entre 15 y 45 gramos. Para perforar y atravesar las armaduras existían puntas especiales de tres caras que se sustituirían en el siglo XIV por los punzones de varias caras capaces de perforar  algunas armaduras a partir de distancias de 50 metros. También existían puntas de garfio provistas de dos ganchos que dificultaban su extracción o flechas de media luna cuya punta con esta forma, muy afilada en su cara interior, servía para cortar los cabos de los aparejos en combates navales, pero también para cortar los corvejones de los caballos en las batallas en tierra firme. Para acabar con este muestrario de flechas de combate,  terminaremos mencionando las incendiarias, cuya punta se encontraba cubierta por estopa, y las flechas, llamadas de peso variable, destinadas a engañar al enemigo con respecto a la distancia donde se encontraba el tirador.
La cadencia de disparo podría estar entre las 10/12 flechas por minuto, de cualquier arquero con un mínimo de entrenamiento, y las 20 ó 30 que alcanzaban los mejores arqueros. Podían acumularse en el carcaj de veinte a cuarenta unidades según modelos y que tipos de flechas.
Para que no se destensase, el arco permanecía hasta el último momento sin cuerda, guardándose esta siempre a cubierto para mantenerla seca. También el propio arco tenia una funda que lo protegía de la humedad. En caso de entrar en combate, encordar el arco suponía apenas unos segundos de tiempo.

Equipamiento


Como defensa, los arqueros podían disponer de un variado material dependiendo de su capacidad adquisitiva. Para la cabeza era habitual el uso de cascos metálicos del tipo bacinete (muy ajustado a la cabeza y nuca) o de sombrero de hierro provisto de una amplia ala doblada hacia abajo.
Bajo el casco podrían llevar una cofia de malla o un verduguillo de cuero o gorguera. Sobre el jubón, a veces, llevaban una cota de malla, no demasiado larga, y con manga no más allá de los codos. Sobre ella como defensa adicional, su equipo se completaría bien por un peto de cuero bien por un gambax o chaleco acolchado, o bien en ocasiones una brigadinne o brigantina. La muñeca izquierda del arquero solía ir protegida por un gran brazalete de cuero que amortiguaba el golpe producido por la cuerda al dispararse, además existía una pequeña protección también de cuero para la palma y dedos de la mano derecha. No era frecuente, pero en ocasiones, podían observarse  arqueros con  protecciones para las piernas como quijotes y grebas (tal como se aprecia en el caso de la imagen). Como armamento adicional para el cuerpo a cuerpo, combinaban al espada corta o la daga, con un pequeño puñal o estilete de hoja muy delgada y afilada punta capaz de abrirse paso entre los puntos más débiles de la armadura del contrario.







Evolución del ballestero medieval


La ballesta, que llegó a estar prohibida en batallas entre cristianos, (1139 Concilio de Letrán) pronto encontraría un hueco en las guerras continentales. Adquirió cierta importancia con el rey Ricardo Corazón de León y posteriormente en Francia a partir del siglo XIII, gracias a la creación del cargo de Gran Maestro de los Ballesteros (rango inmediatamente inferior al de mariscal) siendo los más famosos en Europa los ballesteros genoveses y gascones.
La ballesta había sido considerada un arma de mayor categoría que el arco, aunque ambas se consideraban impropias de un caballero en el combate, no obstante desde bien pequeños estos eran adiestrados en su uso con fines deportivos o de caza. Incluso, hubo un tiempo, en el que en Francia llego a considerarse al ballestero como la élite de infantería.

Descripción del arma
  
La ballesta estaba compuesta por un arco que podía ser bien de madera o de cuerno y posteriormente de acero, acoplado a una caja de madera o cureña. El proyectil llamado generalmente lance o virote se colocaba sobre una ranura tallada en la parte superior de la cureña. Se tensaba la cuerda y se sujetaba a continuación a una pieza llamada nuez, la cual esta provista de dos muescas, una de ella para sujetar la cuerda y la otra para frenar el gatillo hasta el momento del disparo.
Los proyectiles, de entre 15 y 30 centímetros de longitud, tenían un peso que oscilaba entre los 50 y 60 gramos y su poder de penetración les permitía atravesar cualquier yelmo o armadura a distancias equivalentes a las del mejor arco largo. En el carcaj podían llevar hasta 18 proyectiles. 
Conforme las defensas de los caballeros fueran haciéndose cada vez mas eficaces, las ballestas debieron de verse forzadas a aumentar su potencia. La adopción del arco de acero llevo consigo nuevos sistemas de carga con los que ayudarse a tensar la cuerda. Las ballestas incorporaron un estribo en el morro en el que el ballestero introducía el pie para sostener la pieza mientras tensaba la cuerda ayudándose con un pequeño gancho sujeto a su cinturón en el que prendía la cuerda. Para incrementar la potencia aparecerán nuevas y más grandes ballestas para las que será necesario acoplarles un torno en su culata, cuya polea tensaría la cuerda mediante una rueda dentada. Serán las llamadas ballestas de garrucha, de torno o de cranequín (principios del siglo XV). Estas llegarían a alcanzar debido a su potencia, una precisión válida hasta 100 m. Entre disparo y disparo podía pasar más de un minuto durante el cual el ballestero era especialmente vulnerable.

Equipamiento


El equipo del ballestero podía estar compuesto por piezas muy similares a las de un arquero. Cascos y cofías para proteger cabeza y cuello, gambas y cotas de mallas para el cuerpo, algún tipo de arma auxiliar como dagas, espadas cortas o estiletes por si se llegaba al cuerpo a cuerpo.... Además para su defensa en el caso de los ballesteros disponían de un escudo especial, diferente del broquel típico de la infantería, con un tamaño mayor y forma envolvente, llamado pavés, de corte recto en la parte superior y acabado en punta en la inferior. Disponía en muchas ocasiones de una pieza metálica en forma de lanceta situada en su extremo inferior con la misión de ser clavada a tierra para fijar el escudo, lo cual también podía hacerse fijándolo a una simple vara o estaca afilada fijada al mismo mediante unos correajes especiales llamados enarmas. La longitud del pavés era de más de un metro de alto y medio metro de ancho. El peso que llegaron a alcanzar algunos de estos enormes escudos hacía que debieran ser transportados en carros por separado y no transportados por los propios ballesteros, siendo recogidos por ellos poco antes de entrar en combate.  Precisamente lo engorroso de su manejo hizo delegar estas funciones en un tipo de combatiente digamos secundario, pero siempre presente en cualquier batalla medieval, el escudero, que en esta misión asignado, recibirá el nombre de pavesero.
La presencia del pavés en el campo de batalla era fundamental, puesto que mientras recargaban su arma eran protegidos por esta estructura, los cuales fijados unos contiguos a los otros suponían una eficaz barrera defensiva.   


Las tácticas enfrentadas


Las guerras galesas habían dado mucho que pensar sobre como  a cerca del empleo de las clásicas tácticas de combate empleadas hasta entonces Los reyes ingleses conocieron el valor de las pequeñas emboscadas y escaramuzas, de las lanzas y picas de una compacta infantería cuando se enfrenta a una carga de caballería...
Al entrar en guerra con Francia las fuerzas inglesas se encontrarían siempre en posición de inferioridad. Se enfrentaban a un territorio  mucho más extenso, por tanto, con una población muy superior y mayores recursos económicos y materias primas.
La estrategia que se imponía era simple: sembrar el pánico entre la población local, arruinar sus cosechas, acabar con la ganadería mediante un sistemático pillaje, basado en la rapidez de movimientos, muy al estilo de las razias llevadas a cabo en nuestra Península Ibérica tanto por moros como por cristianos.
Evitar el enfrentamiento en campo abierto. siempre que fuera posible, resguardándose rápidamente en la fortaleza aliada más cercana, donde cualquier pequeña fuerza de defensa puede hacer frente a un gran ejército.
En caso de choque inevitable, luchar a la defensiva en un terreno propicio, excavar zanjas, montar trampas, levantar empalizadas  y luchar pie a tierra, lanza en mano, eran las nuevas argucias aprendidas a base de sangre derramada, que habían demostrado ayudar a equilibrar las cosas, cuando la desproporción de fuerzas era muy evidente.
Caballeros luchando desmontados, infantería montando a caballo... las nuevas estrategias inglesas, estaban cambiando lo que se denomina el arte de la guerra, pero en Francia no se daban todavía por aludidos, confiando ciegamente en la potencia de una carga de caballería pesada.



 Francia y la caballeria pesada. "La creme de la creme"


Los ejércitos franceses de la Edad Media afirmaban su poderío sobre la base de una caballería pesada bien adiestrada y fuertemente blindada. Sus caballeros disponían de un equipo moderno y muy completo con las mayores sofisticaciones del momento.
Repasemos ahora este equipo, de dentro a afuera y de arriba abajo


Equipamiento


Sobre la camisa y las calzas, los caballeros de la época solían ponerse una prenda acolchada conocida normalmente como gambesón, que amortiguada los golpes y protegía de los roces y arañazos que pudiera causar la cota de mallas que se ponía a continuación sobre ella.. Además las piernas también recibían la protección de calzas de malla.
Una nueva cota esta vez de cuero, y sin mangas, con placas metálicas en su interior remachadas por fuera mediante pequeñas piezas decoradas envolvía el cuerpo siendo atada a este por detrás.
Para complementar el conjunto de protecciones, el caballero disponía de una serie de piezas llamadas roeles que se unían por separado en las distintas articulaciones, codos, axilas, rodillas, empeines zonas por lo general más vulnerables de la armadura.
Para la cabeza, el yelmo cerrado había dado paso hace ya algún tiempo, a un nuevo tipo de casco, más ligero y menos agobiante, el bacinete. Este casco muy ajustado a la cabeza, ligeramente apuntado, disponía de una visera o avantaill, abatible a voluntad, que una vez bajada protegía totalmente la cara con ranuras y perforaciones para ver y respirar. Además solía estar remachada a ella la antigua cofia de malla que antes se llevaba bajo el yelmo, formando ahora todo, casco y cofia, un único conjunto.

El escudo de caballería había evolucionado mucho desde los tiempos de los normandos de Hasting allá por el siglo XI. Aquel escudo en forma de cometa que protegía al caballero casi de la cabeza a los pies, había ido perdiendo tamaño y peso a medida que las protecciones adosadas al cuerpo del caballero aumentaban de espesor y calidad, hasta convertirse en un pieza en forma triangular, pequeña y ligera, pero eso la convertía en una defensa muy manejable.

Para proteger las piernas del caballero, grebas y quijotes sobre las calzas de malla ayudaban a frenar los cortes de las espadas y dagas del adversario. Además se habían hecho ya frecuentes junto con los roeles, otras piezas complementarias para envolver rodillas y pies.

Estéticamente el conjunto del vestuario y equipamiento del caballero se remataba con una sobrevesta o cota de armas donde lucía representado el escudo heráldico del propietario. Este emblema se repetía en el propio escudo de uña y en la gualdrapa de su caballo, si la hubiera.

El caballo de guerra además también disponía de sus propias defensas metálicas, como puede apreciarse en la imagen, concentradas sobretodo en la zona frontal del animal que sería la zona  principal de choque en una carga frontal. 

Un caballo de combate era seleccionado en su ascendencia buscando rasgos de musculatura y fortaleza física y desde potrillo criado y adiestrado para su cometido, tarea que requería mucho tiempo y esfuerzo. Esto hacia de ello animales muy valorados. Cada caballero solía disponer de dos o tres de estos caballos de guerra además de otros digamos de paseo. Eran caballos fuertes, capaces de soportar el peso de toda la impedimenta del caballero, y acostumbrados a obedecer a los movimientos de las piernas y no solo de las riendas lo que liberaba las manos del caballero en el combate, y todo ello a pesar del ruido y el fragor de la batalla. Estos grandes caballos tenían en su contra la velocidad. Capaces de soportar una o dos cargas a un cierto galope eran incapaces de perseguir a un oponente a caballo o realizar por ejemplo, maniobras envolventes que supusieran una larga galopada.

El adversario conocía estos defectos y debilidades de la caballería francesa, pues los había vivido y sufrido en sus carnes y, a resultas de la experiencia había evolucionado hacia un tipo de caballero menos protegido, pero así, al fin y al cabo, con mayor ligereza de movimientos, capaz de combatir en tierra codo con codo, aunque ello no fuera de su agrado, con los arqueros (la plebe) perseguir a la infantería enemiga o huir a todo galope si fuera necesario, cosas poco honorables después de todo, para un caballero. 



La batalla de Poitiers


En el verano de 1356 el Príncipe Negro se encontraba en territorio enemigo ocupado en una de estas razias a las que hacíamos antes referencia. Los franceses, tras agrupar sus fuerzas en un gran ejercito, salieron en busca de su adversario con el fin de acabar de una vez por todas con lo que se estaba convirtiendo en una mala costumbre.
El día anterior a la batalla ambos ejércitos se encontraban ya muy cerca el uno del otro, pero había una pequeña diferencia.

1 - Información

Una de las piezas clave siempre en el desarrollo de cualquier batalla. Los ingleses sabían perfectamente donde y a que distancia se encontraba el enemigo. Eduardo hizo sus cálculos y comenzó a buscar un terreno adecuado para lo que se le venía encima.

2 - Elección del terreno

Sabedores de la localización del enemigo y de cuanto tardarían en recorrer la distancia que les separaba, el príncipe negro escogió el terreno más favorable para el combate y desplegó sus tropas en un altozano apropiado, ocultando su número total a la vista del enemigo.

3 - Estrategia  

Conociendo estar en clara inferioridad numérica, Eduardo estableció en disposición defensiva a sus tropas aprovechando a su favor los setos y desniveles de la zona: los arqueros en los flancos, ligeramente adelantados y en ángulo con respecto al grupo central y una reserva de caballería oculta en el bosque cercano, a sus espaldas, algo más tras, pero lo bastante cerca como para echar mano de ella en cuanto fuera preciso.

4 - Exceso de confianza

Al día siguiente y para evitar un cruento baño de sangre, todo un derroche de buenos hombres y caros equipamientos materiales, se iniciaron como solía ser costumbre negociaciones entre los lideres de ambas fuerzas. Unas negociaciones que resultarían fallidas, dadas las exigencias (desproporcionadas a propósito por el rey Juan, sabedor de su fuerza numérica) tras las cuales, los movimientos llevados a cabo por los ingleses para poner a resguardo el bagaje entre donde se encuentra el botín capturado en la incursión, hicieron  pensar en el abandono del campo de batalla por parte de las fuerzas inglesas.
Juan, deseoso de entrar en batalla cree llegado el momento y confiado en su superioridad numérica, ordena cargar a su caballería.

5 - Ignorancia de la historia

Tan solo transcurridos apenas unos años, los más inmediatos antecedentes de Poitiers, (la batalla de Crècy) no habían enseñado nada a los vencidos, que sin haber evaluado las circunstancias que les llevaron a aquella derrota, evitaron la más mínima autocrítica,  obviando sacar conclusiones negativas de la gestión de la contienda. Probablemente achacaron el desastre de Crècy simplemente al mal tiempo, a la lluvia, (imposible moverse en aquel barrizal), a la pésima actuación de los ballesteros (desprotegidos a falta de la llegada de sus paveses y sus cuerdas destensadas por la humedad, abandonaron el campo de batalla en masa), o simplemente, a la mala suerte.

6 - Falta de estrategia

Esta primera carga francesa fue recibida con una densa lluvia de flechas cuyo objetivo fueron los flancos de los caballos, la parte menos protegida de todo en conjunto. Al fin y al cabo si el caballo cae, la carga se debilita hasta llegar a desbaratarse perdiéndose todo su efecto.

- Tropezar dos veces en la misma piedra.

 Las tropas a caballo del delfín Carlos se lanzarán a un nuevo asalto estorbado en parte por los hombres abatidos durante el primer envite y en mayor medida por la lluvia de flechas que continuaba cayendo sobre el campo de batalla. Incapaces de sobrepasar la barrera de picas y setos que se alzaba frente a ellos, tuvieron que desistir en su empeño. A la caballería le seguía de cerca como apoyo la infantería, pero no sirvió de nada. Carlos se vio obligado poco a poco a retroceder hasta abandonar el campo de batalla. Viendo su actitud, la siguiente oleada, a las ordenes de Felipe, el duque de Orleans, (hermano de Carlos) se desmoronó antes siquiera, de comenzar a actuar y, exceptuando algunos hombres de honor, abandonó el campo de batalla.

- Cuando cunde el desanimo...

A pesar de todo ello, los cronistas de la época nos cuentan que todavía el número de fuerzas francesas presentes en el campo igualaba a las inglesas. pero visto lo visto Juan ya no se hacía ilusiones, al contrario, ordenó a sus hijos Carlos y Luis que abandonaran el campo de batalla y se dirigieran a Poitiers quedando a su lado Felipe, el tercero de sus hijos.
Por su parte los ingleses estaban bastante enteros hasta el momento, habiendo resistido firmes las envestidas de su contrario. Pero los arqueros comenzaban a escasear de munición. Oculta en el bosque, quedaba intacta la reserva compuesta por hombres a caballo. El príncipe negro les ordenó una maniobra envolvente con el objetivo último de capturar al mismísimo rey Juan.
Pronto los franceses, al verse rodeados comenzarían a tratar de huir de aquel infierno y abandonar el campo de batalla como otros ya habían hecho antes, para salvar su vida. El cerco se estrechaba alrededor de la figura del rey, de su hijo y de los mas leales caballeros. La lucha fue encarnizada pero el triste final era inevitable. El rey y su hijo y algunos de sus caballeros acabaron siendo hechos prisioneros y fueron llevados a Londres desde donde se exigió un fuerte rescate por ellos.


Como consecuencia de la derrota de Poitiers, Francia se vio obligada a firmar el tratado de Brétigny en 1360 por el que renunciaba a sus derechos sobre las tierras del suroeste. Pero, ¿habrá servido esta nueva debacle para obtener alguna lección de tan traumática experiencia?

Si os interesa la respuesta...  buscad el próximo mes en este mismo blog: "la batalla de Hazincourt"

Otras entradas  ya publicadas que puedan ser de vuestro interés:

- La batalla de Sluys
- La batalla de Crècy
- La estrategia en la Edad Media
- Caballeros medievales (I): la formación de un caballero
- Caballeros medievales (II)



Por ultimo,  ya para finalizar la entrada, mencionar que, tanto la batalla de Hazincourt, como las de Crècy, Sluys o esta de Poitiers, han sido recreadas por nuestra asociación Mesaches en el veterano vídeo-juego de estrategia en tiempo real T Zar estando disponibles tanto para nuestros socios como para nuestros colaboradores y seguidores que nos las soliciten.

jueves, 26 de julio de 2018

Batallas de la Edad Media: Bouvines 1214



Tal día como hoy...

 un 27 de julio de 1214 tuvo lugar la batalla Bouvines en las inmediaciones de Lille, entre las tropas del emperador Otón IV y las fuerzas del  rey Felipe II de Francia


Cada vez que nos enfrentamos a una nueva entrada sobre batallas de la edad media, lo primero que llama nuestra atención es la guerra de cifras... sobre el número de contendientes y las bajas causadas por unos y otros en la contienda. Mencionaremos simplemente, eso sí, la superioridad numérica que los diferentes relatos recalcan, siempre favorable al emperador Otón. Pero nosotros aquí vamos centrarnos, como en otras ocasiones, en el porqué alguien vence y alguien pierde una batalla medieval: en la estrategia de combate. 
Pero permitidnos antes, como siempre...

Un poco de historia

Nos encontramos a principios del Siglo XIII, el Sacro Imperio Romano Germánico atraviesa una gravísima crisis. Otón ha sido excomulgado por el papa Inocencio II un 18 de noviembre del año 1210. Pura cuestión de política en realidad. Las promesas hechas por el emperador al Papa con tal de conseguir su apoyo cayeron pronto en saco roto y "donde dije digo digo Diego", Otón había comenzado a reclamar para sí feudos, y prebendas que irritan de tal modo a Inocencio que este decide excomulgarlo, dando ahora su apoyo y protección a Federico II. 
Por su parte muchos de los príncipes alemanes hartos de que Otón diera de lado los asuntos germánicos (los daneses han invadido el norte del imperio y ahora dominan el mar Báltico) en favor de "meter la cuchara" en Italia instigado por Felipe II de Francia y con el consentimiento del Papa, deponen a Otón en favor de Federico, que es coronado emperador electo del Sacro Imperio en el año 1211.
Los partidarios de Otón son cada vez menos, y este ya casi en solitario se ve forzado a retirarse a Colonia. Pero en su ayuda acudirá su tío Juan I de Inglaterra que irritado por el apoyo prestado por Felipe a la causa pro-Federico, decide tomar cartas en el asunto.
Tras la destrucción de la flota francesa en 1213 ambos proyectan la invasión conjunta de Francia.
En febrero de 1214 el ejército del rey Juan avanza por el Loira...

La batalla de Bouvines

El ejército inglés será inicialmente rechazado en Aquitania. Pero recompuesto, acabará por reunirse con las fuerzas del emperador. Por su parte, Otón apoyado por algunos feudatarios, se enfrentará a Felipe y sus partidarios cerca de la villa de Bouvines.

Al parecer de los expertos, será Felipe quien tenga el control de la batalla en todo momento. O casi, pues le tocó pasar sus apuros. Pero no nos adelantemos. En efecto fue Felipe quien elige el momento y el terreno más adecuado para hacer frente al enemigo.
Otón y sus aliados creen tener también el control y además una confianza ciega en la victoria basada en su superioridad numérica.
De hecho durante cierto tiempo, tienen la sensación de estar persiguiendo a un enemigo que les pretende dar esquinazo. Felipe solo está preparando el escenario. Llegado a un terreno favorable ordena detenerse a su tropas y formar para presentar batalla. 
En perfecto orden, se establecen a lo largo de la llanura, tres divisiones mixtas de infantería y caballería.

Los imperiales, que han forzado la marcha creyendo evitar así que se les escabulla el enemigo, no se lo piensan dos veces y sin esperar ni a Dios ni al diablo, cargan contra el ala de los franceses que tienen justo enfrente. Lanza en ristre cargan con furia ambas caballerías produciéndose un choque brutal. El enfrentamiento entre ambos cuerpos duró aproximadamente una hora, tras la cual finalmente la caballería francesa, más experimentada en estas lides, hace huir del campo a su contraria.
Le toca el turno de demostrar lo que valen a las tropas que componen el centro de la linea francesa. Delante está situada la infantería, que armada de largas picas, tratará de frenar la carga de caballería enemiga. Inicialmente la carga parece hacer efecto, incluso consiguen derribar de su caballo al rey francés que, rápidamente asistido por algunos de sus mejores caballeros, consigue recuperar su apostura. De nuevo a caballo observa con detenimiento la situación.  Las líneas francesas no se han roto y desde su flanco, la infantería que no ha llegado a tomar parte el la primera fase de contienda y libre de enemigo al que combatir, refuerza el centro. Es hora de avanzar. Los alemanes comienzan a flaquear. El caballo del emperador resulta herido en el fragor de la batalla. Imposible de ser controlado, el animal huye desbocado llevando sobre su lomo al descolocado Ottón en lo que a primera vista parece una huida desesperada. Cunde el pánico entre sus tropas. Los franceses son dueños del centro del campo de batalla.
Todavía se estaba desarrollando un último combate entre las alas de ambos ejércitos, pero visto el como se habían ido sucediendo los acontecimientos, los aliados tenían todas las de perder. Sus tropas habían ido llegando al campo de batalla casi a cuentagotas, lo que había dado pie a que los franceses pudieran ir acabando con ellas de forma escalonada de manera que la teórica superioridad numérica en la práctica no pudo jugar nunca a favor de los imperiales que, con su imprudencia y precipitación, perdieron una batalla que daban de antemano por ganada.