jueves, 22 de abril de 2021

Los heraldos de la Edad Media

Como cada 23 de abril, día de San Jorge, nos toca publicar entrada. Hoy hablaremos de unos personajes imprescindibles en justas y torneos medievales: los heraldos

Ya contábamos en una anterior entrada, que los guerreros, para ser reconocidos en las batallas, comenzaron a utilizar en sus vestimentas emblemas o símbolos particulares mucho antes de que la heráldica fuera organizada como tal. Cada caballero escogería su propio emblema que le representara de por vida, el cual grabaría en su escudo, vestimenta, gallardete, tienda de campaña, etc…
Estos emblemas irían siendo adoptados, con ligeras modificaciones por sus descendientes manteniendo su base, de manera que pudiera ser reconocible el linaje del que proceden. Este sistema de símbolos,  con una serie de pautas comunes en  toda Europa, es lo que se conocerá pronto como heráldica.
Conforme la simbología se fue complicando generación tras generación,  sería preciso que personas con ciertos especializados conocimientos, fueran capaces de conocer e identificar estos emblemas y su procedencia. Estos serán los conocidos como heraldos.  Y deberemos remontarnos hacia el siglo XII, para tener las primeras referencias sobre estos personajes. La teoría más aceptada a cerca del origen del término heraldo es que proviene, como tantos otros relacionados con el tema caballeresco, del francés héraut y podría traducirse como mensajero o portavoz. Francia será de hecho, la cuna de la ciencia heráldica, al crearse allí digamos el primer colegio heráldico conocido de la Europa feudal. (En realidad cargos parecidos ya existían desde tiempos remotos. Tanto en la Roma de los césares, como antes en la antigua Grecia, podemos encontrar figuras similares). 
Su proliferación por Europa será desigual. En España, por ejemplo, la figura del heraldo con tal nombre, no será adoptada hasta mediados del siglo XIV.

Categorías

Se establecerán en sus estatutos una serie de normas y de categorías que regulen la ciencia del blasón, y el propio mundo del heraldo.
Hacia finales del siglo XIII o principios del XIV  podremos observar ya la aparición de las nuevas jerarquías del oficio. A la cabeza de todos ellos, se encontrará el llamado rey de armas, y por debajo de los propios heraldos, los preservantes,  nombre castellanizado del francés pursuivants  (perseguidores), funcionarios públicos que desempeñaban la función de alguaciles. Al parecer, en el mundo de la heráldica se denominará preservantes de armas a los aprendices de heraldo durante lo que dure el periodo de su carrera.
En esta época, para ser un heraldo de armas, cosa que ahora ya era considerada un honor, era preciso ser de origen nobiliario, de buena presencia, con una conducta ética intachable y por supuesto, poseer un amplísimo y probado conocimiento de la heráldica. 

Funciones de guerra y paz

Entre sus múltiples funciones, pueden distinguirse distintos tipos de actividades que agruparemos según el momento.

En tiempos de paz:

- Convocar Cortes Generales, a instancias del rey.
- Trasladar las distintas órdenes del monarca al pueblo o a los caballeros.
- Convocar a la Corte a quienes eran citados por el rey.
- Organizar los preparativos necesarios para celebrarse torneos, justas o carruseles a instancia del rey, noble o ciudad que los financiase.
- Viajar para localizar e invitar a los caballeros a estas justas y torneos.
- Presidir y arbitrar dichos torneos y justas.
- Identificar blasones para corroborar su autenticidad.
- Crear (o más bien colaborar con sus conocimientos sobre el tema) blasones adecuados para los nuevos nobles en función a su origen ya sea este familiar, o por merecimiento.

Y en tiempos de guerra:

- Declarar la guerra en nombre del rey.
- Observar quien destacaba en el campo de batalla por encima de los demás y dar parte en general de cuanto allí acontecía, redactando a continuación una memoria o relato lo más exacto posible de lo ocurrido.
- Distribuir las recompensas oportunas con arreglo al comportamiento observado.
- Tocar retirada a instancias del general al mando.
- Reclamar los prisioneros capturados por el enemigo.
- Publicar la paz.

Aspecto

Un heraldo se distinguía en la época fácilmente de cualquier caballero.
 Por un lado, en su vestimenta: una prenda de vestir característica de los heraldos era la dalmática. En cierta forma, la dalmática era el equivalente a la cota de armas de cualquier caballero. Se trataba de una prenda exterior, al comienzo a modo de tabardo cerrado por el frente y con amplias mangas generalmente abiertas, ricamente adornado con bordones, estofas o galones. Tanto en el frente como en su espalda destacaban claramente las armas que identificaban la cuidad, el rey o el noble a quien el heraldo representaba. Los antecedentes de la prenda con este nombre podemos encontrarnos remontándonos a la antigua Roma, donde ya se usaba una prenda de formas muy similares en color blanco con adornos púrpuras, copiadas a los dálmatas (de donde deriva el nombre). La prenda continuó en uso con profundos cambios en su estética durante todo el Imperio Bizantino y sobrevivió en un uso eclesiástico, hasta llegar a convertirse en algunas de las actuales vestiduras litúrgicas.
Pero además de, en el ámbito religioso, estas prendas pueden seguir observándose hoy en día asociadas a alguna de las monarquías europeas actuales, en un ámbito puramente ceremonial como reminiscencias de un antiguo pasado medieval.
La evolución de esta pesada prenda durante la edad media, la llevó a convertirse en algo más ligero y cómodo de llevar. Sus mangas fueron abriéndose y acortándose, como también se abriría el cuerpo del propio tabardo mediante un corte en cada costado que podía llegar hasta la sisa, pudiendo cerrarse no obstante la prenda por los lados con algún tipo de cordón o ceñidor interno semioculto a la vista.


La rendición de Granada (1492), cuadro de Francisco Pradilla pintado en 1882. En primer plano, al extremo derecho de la obra, podemos observar la figura de un macero, oficial al servicio de los Reyes Católicos, vestido con una dalmática.




Por otra parte, la segunda característica que identificaba a un heraldo y lo distinguía de un caballero era su condición de hombre desarmado. No solo no portaba espada o daga al cinto, sino que carecía de cota de malla, escudo, casco o ningún otro tipo de defensa.






























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