viernes, 18 de octubre de 2019

Transportes y navíos de guerra medievales


Hoy, desde la asociación cultural Mesaches en su blog Las  Justas de San Jorge", hablaremos de algunos de los diferentes barcos de guerra y de transporte existentes en la Edad Media.


Ya en anteriores entradas, mencionábamos  algo de pasada, los famosos drakkars vikingos...


Hacia el siglo IX los vikingos se habían convertido en el terror de los mares. Sus largas y estrechas embarcaciones, propulsadas a remos y vela, eran rápidas y pese a su bajo perfil capaces de navegar por las agitadas aguas del Atlántico. 
Ese mismo bajo perfil, las hacía idóneas para adentrarse en las costas del norte de Europa e incluso adentrarse en hacia el interior río arriba, aún con los caudales más escasos.
No solo desplegaron sus velas por todo el continente europeo, también se internaron en el tormentoso atlántico septentrional y colonizaron Islandia y Groenlandia. Incluso arribaron al continente americano en las costas de Terranova mucho tiempo antes que lo hiciera Colón.
Pero los drakkars, o serpientes marinas como se podría traducir el vocablo en referencia a sus proas talladas en forma de cabeza de terrorífico animal (a veces dragón a veces serpiente gigante), no fueron el único tipo de embarcación empleado por los vikingos.
Para uso comercial disponían de grandes barcos con formas redondeadas y con mayor calado llamados Knörrs.
Ambos tipos de barcos serán adoptados para uno y otro uso por otros pueblos.
Los sajones serían los primeros en copiar los drakkars como defensa contra los invasores escandinavos. Todavía siglos después los normandos, descendientes  no obstante de vikingos, continuarán utilizando barcos de guerra exactamente iguales a los de sus antecesores, como puede apreciarse en los famosos tapices de Bayeux.
Los knörr por su parte serán adoptados primero por los pueblos germanos y más al sur recibiendo el nombre de kogs o koks (en flamenco concha) en relación al aspecto redondeado de su casco.
Estas naves eran capaces de cargar unas 200 toneladas y alcanzar unas medidas de unos 20 metros de eslora (longitud) y 8 de manga (anchura) las más grandes mientras que las más habituales rondaban los 15 x 5 metros.
Disponían de un único mástil de una sola vela cuadrada (cuadra) también curiosamente llamadas en términos marineros vela redonda por la forma que adapta al ser completamente hinchada por el viento. Este tipo de aparejo aprovecha muy bien los vientos favorables o de popa es decir aquellos que van en la dirección de la marcha o en un ángulo cercano a ella. Estos vientos imprimen una velocidad constante y firme al navío que además avanza de una forma estable y equilibrada. Su nuevo estilo de timón, (timón de codaste) fijado a popa (atrás) resultará una novedad que ayudará también a una navegación más controlada. en contraposición con el timón de espadilla (un simple remo fijado en la borda de estribor), usados en los drakkars.

Desde su aparición el siglo X  el kok se acabará convirtiendo en el barco más ampliamente utilizado en el siglo XII, sobretodo para el comercio marítimo en el Báltico.
La tripulación necesaria para manejar este tipo de embarcaciones era más bien escasa eso abarataba los costes, pero los hacia vulnerables a los ataques de piratería. Esto se compensaba habitualmente con la contratación de tropas mercenarias para su defensa así como con la adicción de ciertas protecciones al navío como los castillos de proa y popa estructuras almenadas de madera unas perfectas plataformas de tiro elevas para hacer frente a un posible ataque. Al principio, estas estructuras eran circunstanciales y solo se añadían al casco según la peligrosidad del trayecto. También en caso de guerra. Gracias a estas estructuras, los navieros de la época podían alquilar los servicios de sus mercantes a reyes y nobles para la batalla, reconvirtiendo su flota temporalmente en naves de combate, armadas por lo general con algún tipo de artillería como ballestas fijas o según un cronista de la época, catapultas de tamaño mediano.



Poco más tarde el Mediterráneo adoptará también este tipo de barcos (que serán conocidos como cocas) para su uso comercial readaptándolos a las más tranquilas aguas y a su fluido tráfico marítimo en todas direcciones, sustituyendo su velamen por el tradicional aparejo latino en forma triangular, que tan buen resultado da en este lado del continente. Las velas triangulares son capaces de aprovechar de forma muy eficiente los vientos menos favorables para la navegación. Así lo habían demostrado  desde muy antiguo embarcaciones como los dhowns usados en la India o el Nilo todavía hoy en día.

Posiblemente esa eficacia hiciera adaptar este tipo de velamen en navíos mercantes como los venecianos, de estructura muy similar a las cocas, cascos redondos adecuados para grandes cargas derivados de las antiguas naves de transporte romanas, de los que todavía conservarán el timón de espadilla.



En el Mediterraneo, el Imperio Bizantino, desgajado superviviente del antiguo Imperio Romano, mantenía una importante flota naval capaz de mantener relativamente a raya a los piratas berberiscos...

Herederas occidentales de la tradición marinera griega y romana, la galera de dos mástiles, junto con la galeota, algo más pequeña de un único palo, son simples derivaciones más modestas del imponente dromón bizantino de los mejores tiempos del Imperio. 
Algunas evolucionan a partir del siglo XV hacia las grandes galeazas (en italiano aumentativo de galera) de hasta tres palos




Pero será un nuevo tipo de barco, de modesto origen, el protagonista de las grandes aventuras de exploración y conquista del siglo XIV: La carabela. Desarrollada a partir de las pequeñas embarcaciones de pesca portuguesas de velas latinas, la carabela reúne todos los conocimientos  de construcción naval adquiridos hasta el momento. 
Un casco “muy marinero” ligeramente afilado, pero de una anchura y un calado  importantes que le otorgan una buena capacidad de carga. Por otra parte su calado no resulta demasiado excesivo como en el caso de los grandes mercantes de la época (las carracas), y eso le permite fondear  en cualquier puerto, en bahías poco profundas, o incluso remontar los cauces de la mayoría de los ríos conocidos. El nuevo timón, bajo el castillo de popa, que irá sustituyendo a los menos adecuados de espadilla y su aparejo latino, junto a la forma alancelada de su planta, la hacen una nave rápida y fácil de manejar, aún en las condiciones de viento más adversas. Algunas de estas naves estaban equipadas con hasta cuatro remos por borda, para en casos extremos de “calma chica”.


Dotada de entre dos y tres mástiles, para la navegación en el Atlántico muchos navieros optaron por combinar velas latinas (a popa) con velas cuadras (a proa) para aprovechar  mejor los vientos alisios. (Colón antes de partir hacia las supuestas Indias, hizo sustituir el aparejo principal de la Pinta y la Niña (latino) por velas cuadras.
Baratas y sencillas de construir, las carabelas resultaron vitales para afrontar las expediciones y campañas portuguesas, en busca de nuevas rutas hacia la tierra de las especias.


Pero estas mismas rutas, largas y peligrosas, hicieron precisos nuevos tipos navíos capaces de enfrentarse a los embravecidos océanos y a los fuertes vientos de popa, pero también a las calmas inoportunas, así como a las largas distancias a recorrer sin puerto donde recalar, a las tribus hostiles, a la piratería, y además, se exigía de ellas una mayor capacidad de carga que hiciera cada viaje lo más rentable posible. Para ello, los modelos construidos para las navegaciones transoceánicas, fueron ampliados con cascos más largos dotados de un cuarto mástil más a popa (contramesana) con aparejo latino y velas cuadras en el trinquete y el bauprés. Serán las denominadas naos.

martes, 10 de septiembre de 2019

Rememorando las Justas de San Jorge



En tal mes como hoy... 


hace justamente quince años...



En septiembre del 2014 desde la Asociación cultural Mesaches presentábamos en la junta de distrito del barrio de la Almozara de Zaragoza, nuestro proyecto de encuentro de asociaciones recreacionistas, conocido abreviadamente como Las Justas de San Jorge



Tras meses de intensas negociaciones, de tira y afloja y zancadillas varias, el 23 de abril de 2005 se celebraban por fin en nuestra ciudad las primeras Justas de San Jorge, rememorando los antiguos torneos medievales que por aquellas mismas fechas se organizaban en honor al santo patrón del Reino de Aragón.


Las dificultades in situ también fueron muchas aquellas primeras Justas. El día previo al inicio de la jornada, las vallas que se solicitaron para cerrar el espacio, no habían llegado, por lo que los muchos vehículos aparcados en el solar donde se iba a realizar el evento, impidieron el montaje de aquellos puestos que, por el tamaño o lo complejo de sus estructuras, necesitaban montar mucho antes que el resto. Hasta tal punto les resultó imposible que varios tuvieron que desistir de ello y abandonarnos. Nada que reprocharles pues además a esas alturas, tampoco había ni puntos de luz, ni agua. Y para colmo de males, de madrugada comenzó a caer una tromba de agua que no cesó en intensidad hasta casi media mañana impidiendo el montaje del resto de artesanos que ya comenzaban a acudir al evento. Pero en aquellos momentos parecíamos estar bajo el diluvio. Aun tuvimos algún abandono. Haciendo recuento, número de puestos de artesanía se vio reducido a tan solo unos pocos menos de la mitad previstos. Empezábamos mal. No obstante unos cuantos valientes se quedaron, poniendo al mal tiempo buena cara. Tan pronto la lluvia amainó, todo el mundo se puso en acción. Había que empezar a montar cuanto antes, pues ya íbamos con bastante retraso. 




la cara de preocupacion de algunos artesanos a primera hora, resultaba elocuente

La lluvia cesó o casi, hasta convertirse en solo cuatro gotas y el cielo amenazaba  todavía, pero la previsión meteorológica anunciaba buen tiempo para el resto del día

Contra el tiempo no se podía hacer nada, solo esperar que el parte no se equivocara y el público se atreviera a salir a la calle aquel día festivo de San Jorge. En cuanto al espacio vacío, no ocupado por los puestos inicialmente previstos debido a las circunstancias,  fue cubierto en buena parte con algo de improvisación. Se instaló un punto informativo, que dado lo útil que nos resultó, después ha sido una constante en el resto de ediciones. Nuestra asociación montó una carpa propia, algo que no estaba contemplado en un principio, con el improvisado rótulo de Agrupación de caballeros templarios de la encomienda de Zaragoza. Por su parte la taberna habilitó un espacio extra para merendero y se buscaron nuevas carpas para estar a cubierto, así como mesas y sillas, material todo él prestado por el centro cívico de la zona. Demasiados cenadores de jardín para nuestro gusto pero eso era preferible al vacío. La mayoría de asociaciones y colectivos de la tercera edad etc no disponían de equipamiento propio para un acontecimiento así. Esto era algo con lo que ya contábamos desde un principio y se dio por bueno el uso de este tipo de carpas como solución al problema del cubrimiento de estos puestos. Los artesanos con sus tradicionales puestos, generalmente bien ambientados le darían un toque más medieval al espacio que se nos había asignado para el desarrollo del evento (por otra parte un polvoriento y desolado pedregal). Pero "las normativas" nos impidieron montar ni en la arboleda (foto inferior angulo izquierdo) ni en el estupendo parque a los pies de la Aljafería. (¿absurdo?). El problema es que ante el escaso número de artesanos que optaron por desafiar a la lluvia y quedarse, la proporción de puestos profesionales-entidades no lucrativas quedaba en casi un uno a uno. Ni con toda la decoración del mundo, que no la teníamos, podría ambientarse aquello. Además aquello no era en esos momentos una prioridad. El publico  pese a la llovizna comenzaba a afluir al recinto. Nos iban a pillar aún en vaqueros.


El publico, que no entiende de retrasos, consideró que ya era hora y comenzó a traspasar el cordón preventivo

Las vallas solicitadas habían llegado por fin (en realidad la mitad de las que se habían pedido) y claro está a esas horas empezaban a faltarnos manos.
Se priorizó darle vidilla al espectáculo y trabajar el resto de los detalles cuando el público (esperabamos) se alejara del recinto siguiendo la estela de jinetes y soldados, hacia el Palacio de la Aljaferia.

Finalmente y a pesar de todas las dificultades expuestas, se ponía en marcha el desfile programado, simplemente con un mínimo de retraso sobre el horario previsto. 




Abrían el vistoso desfile las gentes del Mío Cid con el propio Don Rodrigo Díaz de Vivar al frente acompañado por el mismísimo Al-Muqtadir, rey de la Taifa de Zaragoza, que a paso lento hacían su entrada en el recinto ferial seguidos de una hueste observada con curiosidad, por unos vecinos extrañamente ataviados.


El cielo todavía cubierto aun amenazaba con estropear la jornada

Mujeres y niñ@s acompañaban a sus bravos maridos, padres y hermanos







Tras atravesar el recinto, el desfile continúa por los andadores del moderno parque de la almozara, lugar que en tiempos de la edad media era en donde se celebraban las justas y torneos así como anteriormente las maniobras y desfiles de los elegantes ejércitos musulmanes de la taifa de Zaragoza. En su recta final se alcanza el corredor que rodea el foso del imponente palacio de la Aljafería




El resto de tropas que componían el desfile, que aquí vemos parcialmente, eran encabezadas por dos miembros de nuestra asociación (el resto se quedaron abajo reorganizando), e iban seguidas a escasa distancia, por un público cada vez más numeroso, que se añadía así al que ya estaba en los alrededores en espera, cámara en mano. 

Grupo de caballeros hospitalarios llegados de Caspe

Tan solo faltaban en este desfile los caballeros justadores pertenecientes al grupo Ferruza, especialistas en esta clase de lides, los cuales estaban en esos momentos equipándose adecuadamente (tarea ardua y engorrosa) para los combates que estaban a punto de comenzar, enlazando con la terminación del primer acto de la mañana, justo un poco más arriba, en las puertas del Palacio (pero no nos adelantemos).




Una vez a las puertas de la Aljafería, al otro lado del foso concretamente, se llevó a cabo una breve recreación teatralizada a cargo de los componentes de la Asociación cultural Mio Cid, la cual daba pie tanto a la celebración de un "improvisado" torneo entre caballeros de ambos bandos, como a la actuación que a la tarde tendría lugar en la explanada del recinto ferial. Con ello y tras unos breves minutos para que cada grupo tuviera ocasión de inmortalizar el momento tomándose unas instantáneas de auténtica postal, ante tan bella construcción, se comenzó el descenso hacia la explanada. En nuestro regreso fuimos orientando al público hacia el siguiente espectáculo previsto allí, el torneo entre caballeros.

Al poco de comenzar el torneo, la explanada presentaba este aspecto. El retraso inicial se estaba reduciendo.


Imagen del recinto tomada dese la loma superior

A las doce y media, tras la finalización del torneo, el espectáculo enlazaba el término de los combates con el comienzo de las danzas medievales. El cielo comenzaba a despejar y además el horario se cumplía al fin.




Una media hora más tarde, tras la actuación del grupo de baile perteneciente a la asociación Mio Cid, el resto del componentes de la misma, ya estaban preparados para continuar la recreación teatral en el centro de la explanada.



De nuevo una breve pero intensa actuación, que dejaba al publico en un impás que no se resolvería sino algo después, al comenzar la tarde.

Las catorce horas. Un descanso por fin. El reposo del guerrero








El desenlace de la obra teatral, estaba previsto que comenzara a las cinco de la tarde según el programa, pero se decidió retrasar algo en vista de que el público estaba todavía comenzando a afluir. Para quienes ya estaban allí o acababan de llegar, el grupo de teatro Ars Scénica, con su particular gracejo para estas cosas, se encargó de mantener en vilo al espectador de primera fila interactuando con él aquí y allá, hasta el comienzo del último acto de la recreación. Para entonces el sol ya había hecho al fin acto de presencia y parecía que definitivamente iba a quedarse. El aspecto del recinto era este.


Momento del comienzo de la representación. Los actores salen a escena. El publico abarrota el espacio


La obra termina con un final feliz, un acuerdo entre ambas partes que se rubrica con un gran baile de conciliación.
De nuevo el espectáculo iba con retraso sobre el horario previsto, aunque esta vez había sido deliberado y había merecido la pena. Además aun había tiempo para el resto de actividades y talleres. Iniciación al tiro con arco, a la danza oriental, cuentacuentos, pasacalles, malabaristas...
Para finalizar, a eso de las ocho y media de la tarde, se llevó a cabo una pequeña ceremonia en las que los diferentes grupos de asociaciones y colectivos participantes, así como cada uno de los artesanos que apostó por quedarse al evento, recibió un diploma acreditativo de manos del presidente de la Junta de distrito de la almozara, el concejal Luis Pastor.
Se suponía que con esto se daba por finalizada la agotadora jornada. Pero el público no se daba por aludido y continuó visitando el recinto. Siempre al quite, los chicos y chicas de Ars Scénica se ofrecieron a aportar de nuevo su granito de arena, hasta que hiciera falta y la jornada se prolongó bastante más allá del horario previsto. 
Fallaron muchas cosas, potencia eléctrica (saltaron los fusibles varias veces a lo largo de la tarde) contenedores de basura suficientes, iluminación complementaria... pequeños detalles. A la definitiva, las distintas actividades programadas se llevaron a cabo tal como estaban previstas gracias a la ilusión y a la labor desinteresada de las diferentes asociaciones participantes a las cuales queremos agradecer hoy de nuevo su colaboración.

Ese primer año, y pese a todo, el acontecimiento llegó a reunir ya a más de un centenar de personas ataviadas de época. Pero lo más importante de todo, establecía las bases de lo que tendrían que ser las futuras ediciones de las auténticas Justas de San Jorge.










martes, 23 de abril de 2019

Aragón. Los orígenes de un reino.

Desde la Asociación cultural Mesaches, en su blog dedicado al medievo, hoy queremos dedicar una entrada al nacimiento de un Reino: Aragón.



Un poco de Historia

De los siglos VIII al X, el predominio islámico en el valle del Ebro fue total e incontestable. En las tierras altas, los cristianos, con escaso poder para oponerse a los musulmanes, solo pudieron comenzar a poner los cimientos del futuro Aragón con ayuda exterior de sus vecinos del norte, los francos.
Pero el fracaso de Carlomagno ante las puertas de la sitiada Zaragoza, y la posterior derrota infringida por los vascones en Roncevalles a la retaguardia de su ejército (ver anterior entrada, Roncesvalles. 778), habían marcado un punto de inflexión en su política exterior. Ahora Carlomagno, tratará de establecer un cinturón defensivo a su alrededor, mediante una serie de territorios-colchón que le protejan frente a posibles ataques externos. Se establecieron así varios condados sudpirenáicos, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, entre ellos, delimitados por la geografía del entorno. Este acuerdo beneficiaba a ambas partes, puesto que los territorios cristianos de esta parte de los Pirineos buscaban por su parte auxilio en su defensa frente a los musulmanes. En sus primeros tiempos estos condados, debieron ser gobernados por dinastías francas como la del conde Oriol (o Aureolo), puesto al frente de Aragón por Carlomagno, o bien dinastías locales, aunque impuestas por los francos.
Pero estas dinastías, pronto se convirtieron en independientes. La decadencia del imperio carolingio al norte y la descomposición del Emirato al sur, conducirán a la pronta autonomía de los condados sudpirenaicos.
Geográficamente, el condado de Aragón se limitaba entonces a un pequeño territorio, vertebrado en torno a los valles de Ansó, Hecho, Aínsa y Canfranc, presionado por los gobernadores musulmanes de Huesca desde el sur,  por los carolingios y por los pamploneses desde el oeste.
Aznar Galindo, en el 810 será el primer conde de origen aragonés en gobernar este primitivo territorio que dará origen al futuro reino, consiguiendo establecer una auténtica dinastía condal aragonesa. Su hijo Galindo Aznar I figurará al frente del condado desde la década del 830. Su nieto Galindo Aznárez II (893-924) será el mas claro representante de esta independencia.
No obstante este periodo de independencia resultó breve (en términos de Historia). El rey navarro Sancho Garcés I (905-925), anexionó militarmente a su corona el condado de Aragón. Tras la derrota en el año 920 casará a su hijo, el futuro rey García Sánchez I con la condesa Andregoto Galindez heredera del derrotado noble aragonés.


De Condado a Reino

Tan solo siete años después, en el 929, cierto hecho agrava las circunstancias políticas en el panorama peninsular. En el sur Abderramán se proclama Califa. Corren vientos de guerra. 
El valle del Sobrarbe, debido a su geografía, abierto al norte, y al este, cayó en manos de los musulmanes primero, de los condes de Ribagorza después, y finalmente acabó siguiendo su misma suerte.
La dinastía condal ribagorzana resistió las primeras embestidas musulmanas, pero a costa de un esfuerzo que sería incapaz de repetir. Finalmente el condado pasó a depender de los pamploneses entre 1017 y 1025.
Con la descomposición del Califato en 1031, el panorama cambia de nuevo y así tan solo cuatro años después, a la muerte de Sancho Garcés III de Navarra, más conocido simplemente como Sancho el Mayor (biznieto de Sancho Garcés I), Aragón recobrará su plena independencia jurídica.
Sancho el Mayor había gobernado un extenso territorio cuyo núcleo central era el reino de Navarra, conocido entonces en realidad entonces como reino de Pamplona, el cual era la base de su dominio patrimonial, herencia de sus antepasados. Además de este territorio, se encontraban bajo su control otros ganados por conquista, por dotes, o por herencias matrimoniales. (Así era considerado Aragón).
A la muerte de Sancho y en contra de la costumbre del mayorazgo, por la cual el hijo mayor hubiese heredado la totalidad del patrimonio familiar (según la leyenda fue un duro castigo a su hijo primogénito por acusar a su propia madre de adulterio, tras enfadarse con ella por no haberle dejado montar el caballo favorito del rey) los dominios del monarca serán disgregados y repartidos entre todos sus hijos, según estipulaba su testamento. García, el primogénito heredará el reino de Pamplona, (propiamente el territorio patrimonial) junto con algunos otros territorios. Su hijo Fernando, heredará el condado de Castilla, bastante mermado de su territorio original, Gonzalo por su parte se hará cargo de los condados de Sobrarbe y Ribagorza, y Ramiro, del de Aragón. Siendo hijos de rey, sus territorios son elevados directamente a la categoría de Reinos, aunque el testamento real establece una especie de tutelado del reino de Pamplona sobre el resto de territorios o nuevos reinos.

Ramiro I de Aragón


Ramiro en sus primeros años de reinado y debido a esta singularidad testamentaria, tendrá que atravesar por unos difíciles momentos tratando de afianzar en todo momento su posición e independencia frente a su hermano García, y frente a las ansias de su otro hermano Fernando, quien ambicionaba para sí el cobro de parias (impuestos que pagaban los distintos reinos de taifas a cambio de un acuerdo de no agresión o protección frente a terceros) de la cercana y rica taifa de Zaragoza.




A la muerte de su otro hermano, Gonzalo, en el año 1043, Sobrarbe y Ribagorza se incorporarán a la corona aragonesa, que duplicará así su tamaño. Con la definitiva unión de los tres territorios pirenaicos cristianos, se establecían las bases para la consolidación de un reino estable e independiente, que forjará su propia Corona.
Ramiro I consolidó las tierras ganadas a los musulmanes por su padre en la zona de las Cinco Villas, pero además incorporará a su reino las localidades de Artieda, Sigües y Ruesta, y en su expansión hacia el sur, conquistará Benabarre tratando de rodear Graus, principal obstáculo en su avance, para proceder a su posterior sitio. El monarca aragonés murió en el intento el 8 de marzo de 1064. Le sucedió en el trono su hijo Sancho Ramírez, con el cual Aragón dará un gran paso hacia la modernización y europeización del joven reino.

jueves, 10 de enero de 2019

Banderas, estandartes, gonfalones...


Un poco de historia

La historia de la bandera está  unida a la de las insignias o símbolos empleados por los hombres desde la más remota antigüedad para distinguirse unos de otros en el campo de batalla. Chinos, hindúes o egipcios, por poner tres arquetipos de civilizaciones antiguas, ya usaban, bien pintados sobre tela o bien sobre madera, símbolos abstractos o geométricos, animales sagrados, o terribles monstruos imaginarios, con los que se identificaban en la lucha con el adversario.
Algunos ejemplos de ello podrían ser: el buey Apis de los egipcios, el águila dorada de los persas, el león coronado de los armenios, la paloma de los babilonios, la letra tau de los hebreos... 
Y más adelante son bien conocidas y estudiadas las insignias, "signum", de las distintas legiones romanas y su evolución en el tiempo.




Durante la edad media, el tiempo que nos ocupa en este blog, fueron los condes francos, ostrogodos o visigodos los que establecieron nuevos tipos de insignias que derivarán en Europa, hacia lo que conocemos hoy por banderas. Se tratará de una pieza de tela de forma triangular llamada gonfalón o también denominada confalón. 

Ya en plena Edad Media comenzará a emplearse también la palabra bandera de origen germano "bandra", que significa signo, para definir este tipo de emblemas de combate. 
Otro término empleado será el de pendón, que viene del latín "pendere", es decir, estar colgado. También de origen medieval, será el término estandarte ya utilizado por ejemplo por el rey Alfonso X el Sabio en las Siete Partidas
Las formas de estos emblemas irán ampliándose tendiendo hacia formas cuadradas o rectangulares rematadas bien en uno o varios picos, bien en redondo.




Pendones y estandartes se emplearán ya no solo en el campo de batalla para distinguir un adversario de otro, sino como forma de distinguirse un caballero (y sus hombres) de otro, ya sea en combate ya sea en torneos. Cada noble o caballero disponía de su propio estandarte o gallardete: un pequeño paño de tela en la punta de la lanza, cuyo símbolo o conjunto de símbolos, se repetía en el escudo, vestimenta e incluso en la gualdrapa del caballo, para distinguirse claramente en todo momento, tanto de sus adversarios como de sus aliados. Este conjunto de símbolos es lo que se denominará el escudo de armas de un caballero,  siguiéndose para su diseño unas estrictas normas o reglas que serán perfectamente definidas en lo que acabará denominándose el arte de la heráldica. 



 A finales del siglo XII, leyes precisas y desde entonces inmutables, regularían los principios seguidos por la ciencia de la heráldica. Su origen se remonta a fines del siglo XI, cuando en Occidente comienzan a añadirse piezas protectoras al casco que hacen irreconocible al combatiente. Los caballeros empezaron entonces a pintar en sus escudos figuras geométricas, animales o plantas, siempre los mismos, para ser reconocidos con facilidad en el campo de batalla. Otros autores achacan a los torneos la causa por la que los caballeros deciden adoptar emblemas determinados y llevarlos para siempre, para poder ser reconocidos.





Si la familia de un caballero llegaba a ser bastante conocida, a este le resultaba útil emplear el mismo emblema que su padre, o uno muy similar, para que todos se dieran cuenta de la relación.


Por ejemplo un hijo podía llevar la cota de su padre añadiéndole un lambel (especie de dibujo almenado) para diferenciarlo; el segundo o tercer hijo llevarían distintos lambeles o combinarían las cotas de las dos familias en diferentes particiones del escudo.




Escudo por combinación en cuartelado


A medida que la simbología se complicaba, hicieron falta personas con conocimientos especiales, que conocieran y pudieran identificar los distintos emblemas con solo una ojeada, así como que conocieran reglas de comportamiento en torneos y justas, estos hombres eran los heraldos. Así la ciencia del blasón progresó rápidamente. Los tratadistas alemanes se ocuparon de estudiar el escudo en si, su origen simbolismo, normas e historia. Por su parte los franceses se dedicaron a buscar el lenguaje y terminología heráldicos, acabándose por imponer estas normas con el paso del tiempo en toda Europa.




También villas y ciudades dispusieron de emblemas propios otorgados generalmente por el rey en premio a una acción. Son los llamados pendones concejiles.  Las distintas Ordenes Militares de la época dispusieron asimismo de estandartes propios otorgados, en este caso, por el Papa.






miércoles, 2 de enero de 2019

Formación e investidura del caballero


La formación del caballero

Al principio de la Edad Media, era considerado caballero todo aquel guerrero que pudiera permitirse tener un caballo, pero con el paso de los siglos las circunstancias cambiaron. La caballería acabará convirtiéndose en una clase social.
Para ser armado caballero, el hijo de un caballero tenía que pasar casi la mitad de su vida, preparándose para el arte de hacer la guerra. Entre los siete o quizá diez años, el candidato era enviado a servir como paje en el castillo de un gran noble. 


Ilustración acerca del entrenamiento de dos jóvenes pajes equipados con armas y escudos de madera


Allí él y sus compañeros se instruían en el arte de cabalgar, manejar la espada, pero también en otros varios menesteres: aprender a vestir a su señor, cuidar de su caballo y de sus armas...





Hacia los catorce años, se les nombraba escuderos de un caballero en particular. Su entrenamiento se redoblaba ahora. Nuevos deberes se acumulaban a los anteriores. Pero su educación se estaba completando. Podían portar armas, montar a caballo, pelear al lado de su señor... 


Escudero entrenándose en el manejo de la espada

Aunque no exista un plazo concreto para que un escudero fuese armado caballero, hacia los 20 o 21 años, un buen escudero solía ser nombrado caballero


El entrenamiento incluiría el aprendizaje en el combate codo con codo con sus compañeros


El Ceremonial

En tiempos anteriores, la ceremonia medieval de armarse caballero era breve y estremecedora: el nuevo guerrero recibía un golpe brusco con la mano abierta en el cuello, seguido de la amonestación de que se comportara con valentía, lealtad y habilidad. Pero en el siglo XI, la creciente influencia de la Iglesia, sembró la semilla de la caballería religiosa. El acto de armar a un caballero se transformó en un rito formal, que exigía el juramento de que el caballero lucharía para defender la fe y por mantener sus preceptos morales. El ceremonial dependía además de otras circunstancias por supuesto, del rango y la riqueza de los participantes. Aunque con el tiempo se fueron estableciendo unas normas y rituales que, con ligeras variantes, solían ser frecuentes en casi toda la Europa feudal, cualquier caballero podía, si creía llegado el momento, armar a un escudero en cualquier ocasión.

Las distintas descripciones de estos ceremoniales que han llegado hasta nuestros días suelen marcar unas pautas comunes aunque insistimos que no pueden generalizarse. A continuación vamos a enumerar las más frecuentes formas como de armar a un caballero.

- Baño ceremonial
Más que un acto de higiene, representaba la purificación del espíritu del futuro caballero tras el cual emerge del agua "como un niño recién bautizado, sin rastro de pecado".

- Vestimenta
Tras el baño, el futuro caballero era vestido con una túnica blanca que representa su pureza, una capa púrpura que representa su sangre, la cual está dispuesta a derramar por su fe y unas calzas marrones, el color de la tierra, a la que todos regresaremos y que le recuerda precisamente lo efímero de la vida.

- Velar armas
Durante la noche anterior el futuro caballero permanecerá en oración en una capilla custodiando sus armas.

- Armado
Al amanecer y antes de ser nombrado caballero el escudero aspirante a tal honor, recibirá la bendición de un sacerdote y será equipado con un cinturón blanco, señal de su pureza, unas espuelas de oro "señal que será tan rápido como un caballo para obedecer los designios de Dios" y una espada de dos filos iguales que representaba la justicia y la lealtad.




- Juramentado 
Propiamente el nombramiento de caballero llevaba con sigo una fórmula general pero muy variable, en la que el oficiante inquiría al aspirante a caballero si realmente deseaba pertenecer a este nuevo status (aludiendo con esto a si era realmente consciente las responsabilidades que ello acarreaba). Al contestar afirmativamente se procedería a algún tipo de juramento de fidelidad, no solo a su señor, sino a su fe y a los principios que el ser un caballero, conllevan. Tras el juramento llegaba el espaldarazo.

"Pescozada" o espaldarazo
Consistía en sus inicios, en un golpe algo brusco* al iniciado que acabaría derivando en un golpe más suave a modo de "un pescozón" en la cara con la mano, o en el hombro (o en ambos hombros y cabeza con una rodilla hincada en tierra en señal de sumisión) con la espada plana. 
*Aquel golpetazo de antaño tenía como objetivo el que aquel solemne momento quedara grabado a fondo en la memoria del iniciado.
Las palabras que acompañaban este momento tampoco son una fórmula exacta. Recogemos aquí, a modo de ejemplo, un par de fórmulas con las que nos hemos encontrado

"Recuerda a Aquel que te ha hecho caballero y te ha ordenado" (fragmento del poema " La orden de Caballería"

"Despierta del malvado sueño y mantente alerta, con confianza en Cristo y loable en tu fama" Fragmento de un libro de oraciones datado en el año 1295)
Por último, el caballero oficiante o señor feudal, procedería a besar al iniciado en señal de paz y fraternidad.
Tras el ceremonial, solía organizarse un gran banquete para celebrar el señalado acontecimiento.

Miniatura en la que podemos observar una investidura colectiva

Pero no hay que olvidar que a veces no siempre había ocasión para tantas solemnidades y no eran infrecuentes los nombramientos improvisados, bien en pequeños grupos o incluso en masa, especialmente en momentos previos a una batalla, o justo después de ella.