Tal día como hoy, del año 1118, el rey Alfonso I de Aragón tomaba posesión oficial de la Zuda de Zaragoza o palacio del gobierno de la ciudad, gesto que ratificaba la ocupación de la ciudad por las tropas cristianas que comandaba.
Desfilando frente a las antiguas murallas de Zaragoza |
Torreón de la Zuda en la actualidad |
De hecho y en virtud de la capitulación firmada unos días antes, el ejercito de Alfonso, hacía su entrada en la ciudad el día 18 de aquel mes. Era el final de un largo sitio que había comenzado el 22 de mayo, tras reunirse las diferentes fuerzas que, procedentes del norte, y utilizando tres distintos itinerarios, convergían a las afueras de Zaragoza. Unos ocho días después el cerco sobre la cuidad estaba completamente cerrado. Los defensores tardaron algún tiempo en reaccionar organizando una salida para recuperar los arrabales de la ciudad, que resultó un fracaso.
Tras un mes de cerco, los cristianos asaltaron el palacio fortaleza de la Aljafería, a muy escasa distancia de los muros exteriores de la cuidad. A partir de ahí los esfuerzos del ejercito cristiano se limitaron a impedir nuevas salidas de los defensores o la llegada refuerzos externos. No siempre con buenos resultados. En septiembre, una cierta cantidad de tropas musulmanas al frente de Abb Allah ibn Mazdali, consiguió romper el cerco y penetrar en la ciudad. Pero el asedio continuó su implacable curso.
El tiempo pasaba lentamente y desde luego corría a favor de los sitiadores, quienes a pesar de las numerosas armas de asedio con que contaban para asaltar la ciudad, apenas las emplearon según cuentan las crónicas. Al parecer no era necesario, el hambre pronto haría acto de presencia. Desde la ciudad se le propuso al monarca aragonés una tregua, comprometiéndose a rendir la plaza si no eran socorridos de nuevo en cierto plazo de tiempo.
Palacio de la Aljafería (Zaragoza), montaje de recreación del asedio |
Tras un mes de cerco, los cristianos asaltaron el palacio fortaleza de la Aljafería, a muy escasa distancia de los muros exteriores de la cuidad. A partir de ahí los esfuerzos del ejercito cristiano se limitaron a impedir nuevas salidas de los defensores o la llegada refuerzos externos. No siempre con buenos resultados. En septiembre, una cierta cantidad de tropas musulmanas al frente de Abb Allah ibn Mazdali, consiguió romper el cerco y penetrar en la ciudad. Pero el asedio continuó su implacable curso.
El tiempo pasaba lentamente y desde luego corría a favor de los sitiadores, quienes a pesar de las numerosas armas de asedio con que contaban para asaltar la ciudad, apenas las emplearon según cuentan las crónicas. Al parecer no era necesario, el hambre pronto haría acto de presencia. Desde la ciudad se le propuso al monarca aragonés una tregua, comprometiéndose a rendir la plaza si no eran socorridos de nuevo en cierto plazo de tiempo.
A primeros de diciembre, los almorávides intentaron romper el cerco cristiano pero no tuvieron suerte en el intento. Ante este fracaso, los sitiados optaron finalmente por rendir la ciudad, tal como habían prometido, evitando así mayores daños.
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