martes, 29 de abril de 2014

Las Cruzadas. Orígenes

Las cruzadas. Orígenes



En la entrada de hoy, trataremos de explicar no tanto el como se organizaron las cruzadas sino el porqué, los motivos de unos y otros: el Papa y el emperador bizantino, los campesinos, los nobles, los caballeros...


Un poco de historia

Tras la muerte del emperador bizantino Basilio II apodado "el matabúlgaros" en diciembre de 1025, el declive del imperio a manos de una serie de sucesores sin temperamento alguno, se hará pronto evidente. La progresiva perdida de territorio en Asia menor será la mejor muestra de ello. En poco más de veinte años, el antes poderoso ejercito del emperador bizantino, será destrozado  en una serie de sucesivas batallas, por un nuevo enemigo musulmán, los turcos Seljúcidas que, entre otros territorios se apoderan de Tierra Santa. (Jerusalén caerá en 1070). Con la batalla de Manzikert, en el 1071, lo mejor de las fuerzas imperiales caía derrotado de forma contundente a manos de los turcos. El propio emperador, Romano IV Diógenes, fue hecho prisionero. 

Poco después de la derrota de Mantziker, reducido el ejército bizantino prácticamente a nada, su nuevo emperador Miguel VII Ducas... inicia contactos con el Papa Gregorio VII en busca de apoyos y de ayuda para reconquistar Tierra Santa. Al año siguiente,
Gregorio hace un llamamiento a los milites Cristi en ayuda del Imperio Bizantino. Ignorado por nobles y reyes, aparecerán en cambio figuras como Pedro el ermitaño o Gualterio sin dinero que se harán eco de este llamamiento, reuniendo en torno suyo en pocos años a miles de seguidores de origen humilde, dispuestos a lo que haga falta.

Mientras tanto, la situación para el Imperio se deteriora a pasos agigantados. En 1084 caen en manos turcas Antioquía y las principales metrópolis bizantinas de Asia, cortándose así definitivamente suministros fundamentales como el cereal. y en otro orden de cosas decir adiós al reclutamiento de buenos jinetes y excelentes caballos de guerra de la zona.

Hacia 1092, Alejo I Comneno nuevo emperador de Bizancio desde 1081, escribe, algo a la desesperada, a Roberto, conde de Flandes solicitándole 500 caballeros flamencos para prestar servicio en el ejercito Imperial. Buscando un apoyo de la máxima categoría a su petición, enviará un embajador al Concilio de Piacenza  que se iba a celebrar allí a primeros de marzo, para que sea escuchado por el mismísimo Papa.

Hasta aquí los motivos, más que suficientes, del emperador bizantino para llamar a la cristiandad en su auxilio para recuperar Tierra Santa.(¿entendéis que Alejo trata de recuperar el control de aquellas tierras para que vuelvan bajo dominio del Imperio? Pues el Papa, no)


¿Qué hay de los motivos del Papa Urbano para promover una Guerra Santa? Él llevaba su propio run-rún en la cabeza. Enseguida se explicará cual...


La llegada del Papa a Clermont. Miniatura francesa


Solo unos meses más tarde, en noviembre de 1096, el Papa Urbano II convocó una gran reunión en Clermont, al sudeste de Francia. Para entonces ya lo tenía todo bastante meditado.





Tras despachar primero los asuntos eclesiásticos, Urbano pasó al tema fundamental del concilio: La Guerra Santa. El concepto de guerra santa no era en realidad,  algo nuevo. Durante, por ejemplo, los primeros años de la reconquista aragonesa, ya hubo un llamamiento similar, aunque a menor escala, que culminaría con la toma de la ciudad de Barbastro.
Tampoco era novedad, el hecho de que Tierra Santa estuviera en manos infieles, puesto que Jerusalén había permanecido durante siglos bajo poder musulmán, pero esta vez eso sí, los nuevos conquistadores, resultaron mucho más intransigentes y sanguinarios, en lo que se refiere a los peregrinos cristianos, de lo que fueron, sus antecesores. Asesinatos, torturas, robos y violaciones estaban a la orden del día.

¿Fueron pues estos hechos el detonante de las cruzadas?
Ciertamente, no puede hablarse de un único motivo, algo de tipo vengativo-espiritual, o tal vez fervoroso. Europa atravesaba también sus malos momentos... 
En su tiempo, al acercarse la llegada del año 1000, las supercherías de la época, parecían anunciar el fin del mundo para esa fecha. Tras el cambio del milenio, y conforme se alejaba la fecha sin mayores consecuencias, la vida parecía volver a su curso. Hacia finales de aquella centuria, la población del continente acabó por dispararse, pero no así la producción agraria, o las superficies cultivables. Ni los anticuados métodos de producción evolucionaron. 
Las guerras entre señores feudales se hicieron algo más que frecuentes, impidiendo el comercio y el desarrollo, fomentando la violencia y el robo como modo de vida de los más desfavorecidos, tanto entre la clase humilde como entre los hijos secundones de los nobles, los desheredados, los llamados "sin tierra".

Si hubiera de resumirse en pocas palabras, lo que estuvo rondando por la cabeza del Papa Urbano aquellos meses, esta sola frase, dirigida por el propio Papa Urbano a sus obispos durante el concilio, es más que elocuente:
"Que sean a partir de ahora, caballeros de Cristo, los mismos que no fueron más que bandidos".

Pero Urbano tenía además rondándole otro asunto: el Gran Cisma de Oriente del año 1054. Si las cosas le salían bien, con la victoria de sus huestes en Tierra Santa, volvería a reunir bajo dominio papal a toda la iglesia cristiana del orbe. Una gran meta. Sería el culmen de su prestigio político y la reafirmación de su poder terrenal frente a los monarcas europeos de la época.


Finalmente, acabado el concilio, se dirigió a las afueras de la ciudad y describió a condes, duques y caballeros y al pueblo que allí se amontonaba, la penosa situación que atravesaban los cristianos del Este, desde la llegada de los turcos.

El Pontífice procedió a exponer toda una serie de hechos infames cometidos por los turcos, profanaciones, matanzas, violaciones... sin omitir detalles "...les atraviesan el ombligo, los atan a postes y los atormentan hasta hacerles salir las entrañas..."finalizando su descripción con palabras como estas  “¿A quien incumbe vengar estas injurias y recobrar estas tierras sino a vosotros? Tomad el camino del Santo Sepulcro, arrancad aquellos lugares del poder de esa raza malvada...” "... el mismo Cristo será vuestro líder cuando luchéis por Jerusalén..."

Hábilmente hizo alusión a las maravillas que encontrarían en aquella tierra donde “fluía leche y miel” mientras que la tierra que dejarían atrás, resultaba “demasiado angosta para su población...”. Y seguía soltando perlas como: "...No dejéis  que vuestro cariño por cualquier posesión terrena os detenga...". E insistía " ...Vivís en una tierra pequeña y poco fértil. vuestro número os desborda, y por eso os devoráis unos a otros con guerras. Que cesen las discordias entre vosotros..." y "...tomad el camino de Tierra Santa... Arrebatadles a vuestros enemigos sus riquezas y volved a casa victoriosos..."
Cuando terminó de hablar, la multitud estalló en un rugido “Dios lo quiere, Dios lo quiere!” El Papa declaró que ese sería el grito de guerra contra el enemigo y que cada uno de los que tomaran parte en aquella empresa llevaría el signo de la cruz como símbolo, sobre su manto o casaca.

Antes de que la asamblea se dispersara, muchos de los presentes habían desgarrado sus capas para hacer tiras y colocarlas en forma de cruz sobre su pecho. El gesto fue pronto imitado por miles de hombres en todo Occidente.





Puedes consultar también otras entradas de este blog que resultarán de tu interés:

- Batalla de Manzikert
- la caballería bizantina
- los caballeros cruzados





















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