jueves, 16 de febrero de 2023

Camellos de combate


Los camellos de combate.

Hoy, en la asociación cultural Mesaches, desde nuestro blog Justas de San Jorge dedicado a la Edad Media, trataremos el tema del uso de estos animales en batalla.


Un poco de historia

Se tiene noticia del uso del camello bactriano (el de dos jorobas) por los pueblos iranios y del Asia central, habitualmente como animal de transporte, pero también en algunas ocasiones como animal de guerra, por los persas aqueménides. El camello árabe, o dromedario, será el utilizado con más frecuencia como animal de combate.

También en la Biblia se menciona el uso de este tipo de animales con fines bélicos.

La primera referencia histórica al respecto nos habla de que Gindibu, un rey árabe, en el año 863 a.C., durante la batalla de Qarqar empleará un millar de camellos.


El historiador griego Herodoto, nos cuenta que el rey de Persia, Ciro el Grande, durante la batalla de Timbrea en el año 547 a. C. para enfrentarse a una importante fuerza de lanceros lidios, reunió a cuantos camellos (muy posiblemente bactrianos) conformaban su tren de transporte, se cree que en número de unos 300, y retirándoles su carga, hizo montar sobre ellos hombres fuertemente armados a los que seguiría de muy de cerca la infantería, quedando la caballería persa a retaguardia cerrando el avance.


Algo después, Jerjes I emplearía de nuevo camellos, sabiéndose que para su segunda campaña contra los griegos, llegó a reclutar mercenarios hasta conformar una fuerza cercana al millar de arqueros a camello.


Posteriormente los romanos también emplearían camellería, ya en tiempos del emperador Trajano, componiéndose esta unidad particular de su ejército de dromedarii, de unas mil unidades.



Veamos ahora algunas de las características del camello árabe.






Dado que no tiene enemigos naturales, el camello es menos asustadizo y mas resistente que el caballo, aunque son animales más tercos y difíciles de adiestrar. Por cierto, ambas especies se tienen una animadversión ancestral. Al parecer es debida a que el olor que desprenden los camellos altera sobremanera a los caballos. En Oriente, nuestro popular dicho "se llevan como el perro y el gato" se corresponde con "se llevan como camello y caballo".

Esta característica, conocida de sobra desde la antigüedad por el propio Ciro, fue lo que le dio la victoria decisiva en Timbrea.

Los camellos árabes tienen una altura de unos 2,15 hasta la giba, lo cual les convierte en una plataforma excelente para combatir ventajosamente en cuerpo a cuerpo desde arriba hacia abajo.

Bien entrenados, pueden alcanzar los 25 kms/h de velocidad, pero solo durante una hora. O, bajando el ritmo, mantener un galope constante durante un kilómetro de marcha. Tras desarrollar estos esfuerzos, en cualquier caso, quedan agotados y necesitan parar y reponerse. Estas características los hacen adecuados para una carga o maniobra envolvente, pero no para una prolongada persecución o huida.

Si las circunstancias son adversas, pueden sobrevivir sin comer o beber durante varios días.



Los camellos en batallas medievales


Habitualmente presentes en las batallas tribales de Oriente medio y próximo, o en ocasiones, durante las guerras de las Cruzadas, aquí en la península ibérica hubo momentos destacados de nuestra historia en la que pudimos conocer la efectividad de estos animales en combate, introducidos aquí por las fuerzas almorávides.

Fue por primera vez, en 1086, durante la batalla de Sagrajas, (ver entrada anterior: "Batalla de Sagrajas") cuando el potencial de estos camélidos cobró su máxima relevancia, explotando esa animadversión de los caballos hacia esta especie, hasta conseguir darle un vuelco a los acontecimientos. Aunque por supuesto, existieron otros factores, como podréis leer allí, que contribuyeron a inclinar la balanza de la victoria del lado de los árabes, como fueron la disciplina de sus tropas en general y con respecto al uso de sus camellos de guerra, el momento escogido para utilizar esta fuerza de combate y su elevado número.

En la Chronique de Saint-Maixent de 1141, se menciona escuetamente como en el año 1120, tras la batalla de Cutanda (Calamocha, Teruel), con la derrota de las tropas almorávides enviadas a reconquistar la Taifa de Zaragoza, el rey aragonés Alfonso I, el Batallador había obtenido entre su botín, unos "2000 camellos al enemigo además de otras bestias sin número".

Poco después de la derrota de Cutanda, la decadencia del dominio almorávide toca fondo, siendo entonces ante el empuje cristiano de la Reconquista, llamados los almohades en defensa de los territorios peninsulares todavía en manos musulmanas. Es el año 1145. Este pueblo, como el almorávide es de origen bereber, procede del norte de África y también está completamente familiarizado con el camello.


Batalla de las Navas de Tolosa


Casi cien años después, en 1212, durante el desarrollo de la batalla de las Navas de Tolosa, se tiene noticia del uso, de nuevo, de camellos de combate por parte de las fuerzas árabes enfrentadas a la coalición cristiana. Sin embargo en aquella ocasión, no parece que tuvieran un papel decisivo la batalla, sino más bien anecdótico, especialmente si lo comparamos con su primera aparición en nuestra península.

Como o porqué perdieron su importancia estratégica en estas tierras es algo que se desconoce, dado lo parco en detalles de las diferentes crónicas de la época, pero podemos establecer algunas conjeturas, basándonos en datos que sí sabemos y debemos tener en cuenta.

Como ya hemos dicho estos animales son tercos y se precisa de mucha dedicación por parte de gentes habituadas al trato con estos animales, como eran los almorávides, para su especial adiestramiento para el combate.

En los áridos desiertos de procedencia, donde criar y alimentar adecuadamente un caballo es un lujo al alcance de pocos, los camellos, resultan animales idóneos para un ejército en movimiento. Pero los camellos no se adaptan bien a los climas húmedos, los cuales alteran su ciclo reproductor, además, no saben nadar y es imposible hacerles cruzar un río, aún encontrando en él una zona vadeable.

Son más lentos que los caballos y con menos aguante en la carrera, como ya hemos mencionado, lo cual es una gran desventaja para huir de la caballería enemiga a su lomo o en caso ventajoso, tratar de alcanzarla.

Siendo nuestro clima más favorable al desarrollo de la cría caballar y a la mejora de esta especie mediante el cruce de diferentes razas, debemos preguntarnos qué sentido tendría continuar insistiendo en el uso de este animal en la península ibérica, si no fuera con fines más simbólicos que prácticos.







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